Opinión

Siro y yo

Entrada ya la tarde de las elecciones al Parlamento de Galicia salí a olvidar los comicios echándome a andar bajo una niebla incipiente tal que lápiz difuminador. Nada más a propósito en la tarde nebulosa de domingo que visitar la exposición sobre el artista-dibujante que es Siro en el Kiosko Alfonso. Y nada más entrar al recinto y dejar preceptivamente en consigna el paraguas nos indican desde recepción el sentido de la visita: “Girando a la derecha”. Toda una premonición de lo que se veía venir por otro rumbo. Una casualidad anticipada digna de viñeta.

Puestos frente a la primera obra de Siro vemos que se trata de un cuadro cubista sintético con total inspiración picassiana titulado Amantes: figuras esculpiéndose en abrazos y torsiones, personajes sin rostro pero con el telón de fondo que puede ser perfectamente el cielo y la arena del Orzán o Riazor, un contraste entre atmósferas y volúmenes para ir dando pistas de lo que el artista nos muestra con esa característica suya de creador plural, polifacético, irónico, perfeccionista en la forma y los modales. Pero siempre con las manos en la masa de la vida y en el rostro de los personajes a los que retrata con caricaturas tan amables y reconocibles que uno no puede por menos de sentir envidia de esas figuras inmortalizadas.

“Siro permanece atento aos acontecementos, participa das preocupacions e das ansias do seu tempo e mantén unha notable presencia social. Posto a definilo nunha frase, Siro é un humorista con vocación intelectual e artística, que debuxa e pinta”. Son palabras atinadas de Xulio Valcárcel autor del estudio introductorio del catálogo: “Siro en sete lances”.

A nuestro artista le han hecho popular las viñetas y caricaturas de prensa y muchos desconocíamos que tras ese dibujante a pie de página estaba un artista de pincel prodigioso capaz de dibujar al puro estilo clásico caras, cuerpos y campos de serena y poética belleza.

En la primera estancia, frente a desnudos y abrazos de trazo limpio y puro están los autorretratos del pintor realizados en diversas épocas y diversa técnica. Me gustan los artistas que cuando exponen toman su faz como motivo y su cuerpo como retrato, es como si te invitaran a su casa y te recibieran en la cocina o en su cuarto de trabajo porque la cara del artista es su fachada auténtica y su mirada guarda la luz y la estructura que se desarrolla en sus cuadros. La mirada de Siro es todo menos cansada, y por si lo dudamos el título de la exposición lo refrenda: “Oitenta e un anos e un lápis”: edad y herramienta unidos por obra y gracia del trabajo que no cesa. Y la mirada, los ojos de otro pintor genial, Picasso, es lo que mayormente destaca Siro en la serie de retratos que nos muestra del genio malagueño que empezó a pintar de niño en A Coruña. Los otros retratos expuestos entiendo que vienen a ser referente artístico e intelectual de Siro pues aparecen Rosalía de Castro, Blanco Amor, Ramón Piñeiro, Lois Pereiro, entre otros. Y sobre todo Valle-Inclán, su indudable inspirador al que no oculta admiración y tributo con la serie de pinturas digitales que en el vídeo se nos muestran: un alarde de creatividad sobre un mismo icono, el del genio del esperpento del que Siro se muestra deudor y epígono gráfico. Tocante a retratos me impacta el de Rosalía de Castro, el menos convencional que conozco; entre caricatura y simbología, intencionada o no, veo un busto de colores planos dentro de una figura que después de contemplarla detenidamente concluyo que el perfil que la envuelve tiene forma de un yunque porque tan original y desacralizada representación de la musa por excelencia de la poesía galega no puede ser otra cosa, a mi entender, sí, un yunque donde el idioma poético se ha moldeado sin ella pretenderlo, de ahí esa gracia y modernidad del retrato de la mujer cuya lírica no envejece.

Viejos son, por otra parte, los pecados capitales en cuya representación Siro nos remite al Bosco, con ecos bufonescos de Goya y Laxeiro y con innumerables detalles de virguería dibujada narrando escenas de nuestros vicios con la minuciosidad de la pluma de tinta negra que más parece un bisturí. En la misma sala, y por contraste, está el Siro más poético y sereno pintando bodegones y paisajes que ilustran aún más el recorrido de su vista y de sus pasos, reanudando así homenaje a maestros de la pintura de vanguardia del siglo XX como Matisse y Chagall, el artista que pintaba cabras por el aire y ángeles en caída libre. Dos obras inspiradas en dicho artista, y las de mayor elaboración dedicadas a ningún otro en esta exposición que retama con una “Epifanía” de postal en el sentido más colorista y chagalliano de la palabra.

Antes de la salida nos despide una Virgen Peregrina, diseñada por Siro. indicando que el camino por líneas y colores del humorista-escritor ha concluido.

En la calle, y tras dos horas departiendo silenciosamente con el artista, el sosiego de la tarde-noche de domingo es una acuarela típicamente invernal excepto en la temperatura. Los paraguas vuelven con nosotros, andando a casa, replegados pues Carmela no corre y nosotros tampoco.

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