Opinión | Mujeres
Contra el canon
La fotógrafa Colita y la escritora Maria Aurèlia Capmany se aliaron un buen día para revelar “lo que se nos ofrece para que veamos y no vemos, porque estamos distraídos con el movimiento, el nuestro y el de las cosas, con las urgencias, con la decisión de ver lo que no está ahí y hemos decidido que estuviera”, y con esa voluntad parieron el que está considerado como el primer libro gráfico abiertamente feminista de la Transición en España. Se titula Antifémina y se lo público en 1977 la Editora Nacional, que era propiedad del Estado y lo retiró de la circulación al poco tiempo.
Colita y su compinche estaban convencidas de “que valía la pena pensar en el reverso de la imagen de la fémina al uso”. “Las mujeres que se mueven, gesticulan, viven a través de estas imágenes tan veraces ‘como la vida misma’ son mujeres, pero no son en absoluto femeninas”, avisan en la introducción de Antifémina, y no lo son no por su aspecto ni su calidad moral, sino “por la inadecuación entre la realidad y los esquemas de la sociedad contemporánea”. La fémina, ese ideal masculino, no existe, vienen a decir.
Colita y Capmany sostienen en las páginas de Antifémina que “la mujer es un ser marginado tanto si se hace monja como si se hace prostituta, tanto si envejece como si lucha denodadamente para conservar la juventud”. Medio siglo después, sus observaciones tienen una inquietante validez.
Antifémina pone el foco en las viejas condenadas a la soledad, las jóvenes casaderas entregadas en un ritual antiguo, las mujeres que faenan en el campo o trabajan en la industria, los conventos y las monjas, que ven como víctimas y verdugos, los cementerios en los que las mujeres siguen cuidando a sus muertos, adecentando sus tumbas. Hablan de las mujeres “troceadas” por la publicidad, de las gitanas y las marginadas, de las mujeres disfrazadas y de las que están solas y expuestas.
Colita y Maria Aurèlia echan mano de dos referentes masculinos en Antifémina, y lo cuentan con cierta retranca. Uno es Aristóteles, que recomendaba el asombro como actitud vital, porque, según decía, el que nunca se asombra nada aprende. Y así salían ellas a la calle, dispuestas a dejarse sorprender. El otro es Bertolt Brecht , que sostiene que lo injusto no por habitual deja de ser injusto.
En 2021 Colita y Francesc Polop, que dirigía su archivo, restauraron los negativos originales de Antifémina y reeditaron el libro, en la editorial Terranova, con los textos íntegros de Maria Aurèlia. Ahora y hasta el 5 de mayo el Círculo de Bellas Artes de Madrid le dedica una exposición, con 94 de las 176 fotografías del libro y fragmentos de sus textos en paneles, además de diverso material documental y audiovisual.
Esta es la primera exposición dedicada a Colita tras su fallecimiento, en diciembre de 2023. Maria Aurèlia Capmany murió hace muchos años, en 1991. También es el último proyecto en el que la fotógrafa barcelonesa se implicó personalmente, que planificó y supervisó hasta el último detalle.
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