Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¿Escanear mi iris? ¡No, gracias!

¡Buenos días, amigos y amigas! Seguimos disfrutando de este mes de marzo de 2024, que nos trae recuerdos muy variopintos. Unos amargos, como el aniversario tan redondo —veinte años ya— de la masacre de Madrid, en la que tanto se rompió, tanto se sufrió y tanto comenzó a desmoronarse... Otros inquietantes, porque pronto se cumplirán cuatro años de la confirmación de que el virus detectado en Wuhan ya estaba entre nosotros, en tiempos que fueron de gran incertidumbre, muerte y mucha soledad. Otros alegres, claro que sí, habiendo cabida para todo tipo de sentimientos, emociones y miradas al pasado, según la experiencia y el criterio de cada uno. Pero si hay algo palmario y común para todas las personas en estas fechas en el hemisferio Norte es que en breve comienza la primavera. Y eso se nota ya, con una mirada al campo... Un tiempo de frenesí, de color intenso y de explosiva belleza de una juventud efímera en el campo.

La primavera astronómica, claro está, porque la meteorológica ya está con nosotros desde el pasado 1 de marzo. Y es que en poco más de una semana, entrará oficialmente la estación. Pero, ya saben, la Naturaleza no cree tanto en el calendario como en las condiciones ambientales, y se podría decir que hace algún tiempo ya que ha comenzado la eclosión que, en un contexto más habitual, aún hubiera tardado unos días más...

Pues así estamos, ya ven, entre perales ya florecidos, campos repletos de margaritas y cerezos que comienzan a despertar. En nada, antes de que nos demos cuenta, tal fenómeno habrá llegado a su momento más álgido, y se volverá a cumplir la magia de esta estación una vez más. Y, mientras, la vida sigue. Los humanos seguimos desgranando nuestras miserias en forma de violencia donde tendría que haber concordia, codicia donde quizá otras formas de redistribución podrían ser posibles y mucho más razonables y orientación al beneficio cortoplacista por encima de la consecución de lógicas del mismo mucho más sólidas y con vistas a períodos mucho más largos, tanto en la política como en la economía. Es, de alguna manera, la jungla. Esa que siempre termina manifestándose especialmente en aquellos ámbitos en los que no existe una regulación clara y potente.

Uno de los últimos despropósitos en este sentido ha saltado a la prensa desde hace unas semanas, debido a la existencia de prácticas cuando menos inquietantes en cuanto a la obtención, conservación y utilización de datos personales objeto de alta protección, relativos nada menos que a la identidad de cada cual. Lo habrán leído ustedes, o visto con sus propios ojos en determinados espacios comerciales, y a eso me refiero cuando en el titular me pregunto sobre el iris y su escaneo por parte de terceros, a cambio de un pequeño emolumento en moneda virtual. ¿Es pertinente? ¿Es conveniente? ¿Es legal?

La respuesta a las dos primeras preguntas es evidente que es negativa desde el primer momento que esto surge, aunque los autores de tal propuesta imagino que articulan la misma a partir de una posibilidad o de vacío legal o de inacción por parte de aquellos órganos con competencias en la materia. La respuesta a la tercera pregunta se la voy a dejar a los juristas, pero parece que la reciente decisión de prohibir tales prácticas y congelar los datos obtenidos instando la autoridad a su no utilización, nos da pistas. Parece que no lo es. En cualquier caso, por parte de aquellas personas embaucadas para tomar parte en tal despropósito, la cesión del patrón de esa parte de sí es, para mí, una aberración.

¿Por qué? Pues le respondo con otra pregunta: ¿le regalaría usted su huella dactilar a un tercero? ¿Y su firma? ¿Y su código genético? ¿Sus datos bancarios o los de su tarjeta de crédito? El iris de cada cual es único e irrepetible, y yo no transitaría por la senda de que alguien la escanee, por lo que pudiera ocurrir. Supongo que el objeto de esta firma o firmas implicadas será para mejora de dicha tecnología, creando una base de datos que pueda contener toda la información que se pueda extraer de los diferentes iris de los individuos, y nunca para hacer el mal pero..., como dijo Mota genialmente tantas veces... ¿y si sí? ¿Quién le garantiza a usted que no, nunca, de ninguna manera?

Conste que hay otras prácticas más consentidas que rayan también en dicho limbo de inconveniencia, no sé si protegidas o no por la legalidad. Todo lo que tiene que ver con escanear tu firma —y muchas empresas lo hacen cuando realizas una compra o te proporcionan un servicio— a mí me suele parecer mal y he protestado bastante por ello en algunas ocasiones. Ya sé que dicen que la encriptan con el conjunto de forma indivisible, y que nadie podrá disponer de tal elemento tan personal, pero aquí volvemos a la misma casilla de salida... ¿nos fiamos?

En fin, el escaneo del iris de una forma poco transparente y por un tercero con interés económico en el asunto mete directamente miedo. Seamos conscientes de que tales datos son únicos, irrepetibles e intransferibles, y hacer esto conlleva riesgo. Sobre todo mirando a un futuro en el que las formas de identificación masiva atendiendo a todo tipo de patrones, como ya se hace en otras latitudes, es cuestión de muy, pero que muy poco tiempo...

Inquietante, queridos y queridas... Aterradora sociedad futura que, basada en dinámicas que no se sabe muy bien a qué intereses responden pero que con claridad tienen detrás a actores concretos que saben bien lo que hacen y por qué, se imponen a pasos agigantados muy por delante de la necesaria e imprescindible regulación para poder prevenir males mayores... Y ya saben... contra todo ello sólo nos cabe la modernización y el fortalecimiento del Estado y de nuestra democracia, y la formación de una ciudadanía activa, con criterio y sensible a la defensa de lo común.

¡Disfruten de la ya inminente primavera y de sus pródromos! Esa sí que no da sobresaltos...