Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Sobre la serenidad del Universo que nos acoge...

¿Qué tal les va, queridos y queridas? Déjenme que les diga que, desde que nos leímos el pasado sábado, el planeta ha evolucionado en su posición en el espacio mucho más de lo que algunas personas se imaginan. Y es que el complejo movimiento de La Tierra, con diferentes componentes combinadas, hace que el supuesto reposo que disfrutamos sobre la hierba y bajo un árbol en una tarde calurosa de primavera sólo sea una ilusión, no siendo tampoco en realidad inercial cualquier sistema de referencia que nos lo pueda parecer. Tomen nota: los principales movimientos de esta pelota en la que vivimos incluyen una velocidad lineal asociada a la angular de rotación sobre sí misma de unos 1670 km/h en el Ecuador, otra ligada a la angular de traslación alrededor del Sol de unos 108.000 km/h y pequeñas correcciones debidas a otros movimientos, como la precesión o la nutación. Pero aún hay mucho más: el Sistema Solar en conjunto se desplaza por el espacio a unos 800.000 km/h respecto a la Vía Láctea, nuestra galaxia. Y pónganle ustedes también el movimiento de esta última dentro del Grupo Local, el de las galaxias más próximas, a una velocidad de al menos 1.000.000 km/h, siendo aún mucho mayor si estuviésemos refiriendo el mismo al Fondo Cósmico de Microondas. Total, un conjunto de movimientos en diferentes direcciones que, en total, lo único que no suscitan es tal bucólica imagen de reposo antes descrita. Todo lo contrario: todos y cada uno de nosotros y nosotras estamos realmente inmersos en una intensa vorágine de movimiento del que sólo podemos abstraernos por la inmensidad del todo frente a nuestra pequeñez, y por el pequeño detalle de que la resultante de todo ello pasa por ser un movimiento aproximadamente uniforme desde nuestro punto de vista y localización, aunque en realidad existan aceleraciones normales debidas a la curvatura de la trayectoria.

Con todo, somos extremadamente pequeños e insignificantes dentro del maremágnum que supone ya no el Universo o el Cosmos, sino ya el Sistema Solar o incluso el propio planeta. Un ente en realidad inexplorado, ya que no tenemos capacidad sino para provocar pequeños arañazos en su corteza, o exiguas y anecdóticas incursiones en una hidrosfera que supone, ante todo, inmensidad. Pequeños pero matones, visto el cariz de los acontecimientos en Oriente Próximo, en lo tocante a los conflictos en los que Rusia es parte interesada o en los demás martirios colectivos, pretéritos o presentes, que han estado trufando de sangre y muerte nuestra pírrica existencia casi desde el inicio de nuestros días...

No lo olviden, queridos y queridas... Sé que lo saben, pero no lo olviden: si haciendo una renormalización temporal para verlo mejor consideramos que la historia del planeta es de veinticuatro horas, la de la especie humana se corresponde únicamente con los últimos 20 segundos. De los 86.400 segundos que suponen tales veinticuatro horas, en los primeros 86.380 no hemos estado ni se nos ha esperado. El planeta se las ha compuesto perfectamente sin nosotros, y tal capacidad la sigue teniendo hoy. Es más: hay infinidad de seres vivos con capacidades mucho más probadas científicamente para mantener la rueda de los diferentes ciclos en nuestro querido hogar terrícola, y en tal sentido hacen mucho más los humildes y pequeños insectos, o las insignificantes bacterias que todo nuestro bagaje, capacidad e impresionante tecnología.

Sí, amigos y amigas, ni somos esenciales ni especiales ni las cosas están hechas por y para nosotros. En absoluto. No sé por qué, y ni la Filosofía ni la Física me han dado mimbres suficientes para entender verdaderamente las respuestas a las preguntas más básicas, o quizá ni para hacerme las preguntas más pertinentes, pero lo que si sé es que ni somos la piedra angular sobre la que descansa el Universo, ni este se marchitará si no estamos aquí. Somos absolutamente prescindibles, nos guste o no, y si no que se lo digan a los todopoderosos dinosaurios. Supongo, por deformación profesional, que todo el mundo tiene clara tal idea tan básica, pero a veces, sólo a veces, me invade el temor de que no. De que haya quien ni se lo plantee y, lo que es más preocupante, que tales seres tengan responsabilidades en el gobierno humano planetario y, por ende, de torcer todo lo que se pueda torcer y de estropear lo que se pueda hundir definitivamente. Sí, a veces pienso que tales seres existen y que serán los últimos responsables de que, si todo puede ir aún a peor, vaya. Hasta el final. Y todo por intereses económicos claros, disfrazados de toda una panoplia de excusas más o menos elaboradas, pero ligadas siempre al dinero y al poder, que viene a ser en realidad sólo al dinero. Ya saben: esa realidad impostada tan ajena a la simetría de la Física, pero que se ha erigido en el pilar central de nuestra lógica colectiva y, en muchos casos, hasta individual.

En esas estamos, queridas y queridos, con los matones del planeta mostrando músculo y amagando con casi todo... Pero cuidado, que todo el arsenal dispuesto sobre nuestra casa y preparado para matar varias docenas de veces seguidas a toda la Humanidad ni va a arredrar al Universo ni a este rinconcito del mismo. Eso sí, a nosotros y a nosotras nos puede dejar finos hasta límites insospechados. Aquí, en Kuala Lumpur, en Ciudad del Cabo o en la mismísima Patagonia... Ayyyssss...