Opinión | aL AZAR

La corona inglesa vuelve a hundirse

El artículo de moda esta semana consiste en decretar el hundimiento de la corona británica. Quienes han alcanzado esta conclusión irrefutable no parten de una información privilegiada, ni siquiera detallada, porque la era digital decreta sospechoso el conocimiento adquirido. Los verdugos ni siquiera pretenden acertar en su predicción, porque la verificación de un pronóstico es otro criterio devaluado. Solo aspiran a la originalidad, la nueva verdad absoluta. Los enterradores de los Windsor no leen por principio, pero quienes les han leído deberían recordar que el trono de Inglaterra ya ardió con el divorcio del Príncipe Carlos, con la muerte de Lady Di, con los devaneos de Andrés de Inglaterra junto a las menores de Jeffrey Epstein, o con la defección de los insaciables Meghan y Harry. Cuesta imaginar que una foto trucada por Kate Middleton posea efectos más devastadores que las plagas recitadas.

La corona británica vuelve a hundirse, para regocijo y recaudación de una nueva generación de influencers. Si ante el fallecimiento parisino de Lady Di se culpó a Isabel II de imponerse una distancia olímpica de la realidad, ahora se culpa a la esposa de Guillermo de una implicación excesiva en su entorno. Una futura reina, por enferma que se halle, no debe someterse a las garras de la opinión pública. La acusada asegura precisamente que manipuló la imagen familiar para que sus descendientes “tuvieran un buen aspecto”, por la cuenta que les trae frente a los nuevos guillotinadores.

Buckingham Palace arderá un día como todas las creaciones humanas, tal vez sin el estrépito sangriento de Luis XVI o de los Romanov, pero los inventores de los sucesivos hundimientos contribuyen precisamente a la consolidación del trono. Si venden, es porque existen. En cuanto a los admiradores a ciegas de Kate Middleton, y de todas las princesas traicionadas como Mary Donaldson, siempre valoraremos que posean capacitaciones profesionales distintas a sonreír indefinidamente en público. Les aguarda una larga vida a los reyes, si su hundimiento depende de quienes desprecian la historia al inventarse el presente.

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