Opinión

La Comisión de Venecia y el método

El Consejo de Europa —no confundan con el Consejo Europeo ni con alguna otra institución de la Unión Europea— fue fundado en 1949, a impulsos del entonces recién creado Movimiento Europeo, y apenas apagados los ecos de la Segunda Guerra Mundial. Es una organización intergubernamental formada por 46 estados europeos que concertaron el Tratado de Londres de 5 de mayo de 1949, que establecía que “la finalidad del Consejo de Europa consiste en realizar una unión más estrecha entre sus miembros para salvaguardar y promover los ideales y los principios que constituyen su patrimonio común y favorecer su progreso económico y social”. Estos ideales y principios se estructuran en los pilares de Derechos Humanos, Democracia y Estado de Derecho, que son el eje principal del trabajo de la Organización. La Comisión de Venecia, por su parte, es un órgano consultivo del Consejo de Europa, formado por expertos independientes en el campo del derecho constitucional. Fue creada en 1990, tras la caída del muro de Berlín, a iniciativa italiana, en un momento de necesidad urgente de asistencia constitucional en Europa Central y Oriental. La tarea primaria de la Comisión de Venecia es asistir y aconsejar a países en asuntos constitucionales para mejorar el funcionamiento de las instituciones democráticas y la protección de derechos humanos.

Pues bien: la todavía bisoña democracia española, sumida en una irresponsable crispación que amenaza seriamente su propia supervivencia, ha tenido la ocurrencia de invocar la comisión de Venecia con espurios fines partidistas. El Partido Popular, contrario a resolver mediante una amnistía propuesta por gobierno del Estado los todavía poderosos ecos del procés catalán, ha invocado a dicha institución con la pretensión de que descalificara dicha amnistía por inconstitucional e impertinente y dejase por tanto en evidencia a Pedro Sánchez y a los suyos.

La Comisión, sin embargo, ha actuado como cabía esperar. Por una parte, ha considerado como es lógico que los fines de la amnistía —la pacificación y la reconciliación— son legítimos, que la institución ha sido utilizada con profusión en las democracias, y que, por tanto, el recurso a la medida de gracia cabe en el estado de derecho aunque la figura jurídica no esté expresamente mencionada en la Constitución. Por otra parte, la Comisión sostiene que habría que haber intentado un consenso más amplio, por encima de la mayoría absoluta, mediante un debate más extenso y ambicioso, y hubiera preferido que el procedimiento (que no es el de urgencia) hubiese sido más premioso y afinado. El intento del principal partido de oposición, que pretendía una burda y hosca descalificación, ha quedado frustrado.

Los reiterados intentos del PP de llevar sus contenciosos españoles a Europa son pueriles, extemporáneos y ponen en ridículo a la formación de Alberto Núñez, quien tampoco parece conocer los usos y costumbres que se practican en Bruselas. Pero, además, todos los actores de la política española deberían tomar nota de la elegancia política y jurídica de la resolución de la Comisión de Venecia, que ha dictado sus pautas elementales, de puro sentido común jurídico, a un país que parece seriamente desorientado. Hay que entender que las tareas de dicha Comisión son de otro nivel; se cita, por ejemplo, su labor en Rumanía, donde en 1991 ayudó a la clase política de aquel país a dotarse de una constitución democrática tras romper su forzado cordón umbilical con la extinta URSS.

La Comisión nos ha explicado, además, que es bueno que las decisiones políticas de calado, que puedan tener un aroma fundacional y constituyente, como es el caso de la amnistía, decanten de una mayoría cualificada y provengan de una discusión lenta, desinteresada y profunda. Parece mentira que un organismo como la Comisión de Venecia, pensado y creado para impulsar la democracia naciente, haya sido invocado en la España actual, que puede alardear de una Transición modélica que figura como ejemplo preclaro en los libros de ciencia política y de derecho constitucional.

Suscríbete para seguir leyendo