Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

Todos los caminos conducen a Abegondo

Mella

Mella

A veces la lógica es tan aplastante que es imposible escapar. Ni siquiera para el Deportivo, especialista en requiebros del destino y en buscarse su propia desgracia en los últimos años. Cuando juegas en la tercera categoría y cuentas con un equipo campeón de España de juveniles y sucesivas generaciones que vienen apretando por detrás, la menor exigencia de la Primera RFEF y el torrente de talento de tu cantera tienen que acabar encontrándose en algún punto del camino. Y brota. Es casi inevitable. Solo había que evitar ponerles barricadas, atarlos con contratos, mimarlos y dejarles la puerta entreabierta, no bajo siete llaves, como hace nada. El resto ya lo harían ellos, como lo llevan haciendo toda la vida. En infantiles, cadetes y juveniles. En Marbella, en León. En muchas categorías y lugares, donde han demostrado repetidas veces que no son menos que nadie.

El partido de Majadahonda es sintomático. Por acción, por omisión. Dice tanto... Sirvió para echar de menos a un juvenil como David Mella, que año a año rompe cualquier previsión. Valió también para que, ante su ausencia y la baja de Lucas Pérez, ante el atasco ofensivo que empezaba a mostrar el Dépor en el campo del colista, emergiese la figura de Yeremay Hernández. Un futbolista de la calle, una especie en extinción que ahora se expresa en un terreno de juego.

Cuando hay añoranza y héroes que salen al rescate y todo se mueve entre gente de la casa, la ecuación también sale sola. Uno y otro están haciendo goles, pero sobre todo es el peso que tienen en el proyecto; es la capacidad para liderar, cuando aún son jóvenes, a un club tan grande y con tanta exigencia como el Deportivo, más en un escalafón equivocado como la Primera Federación. Son muy buenos y los niños mimados de A Coruña, la ciudad y la afición respiran por ellos, también hay que saber lidiar con toda esa presión. A quien vea a Yeremay jugar con esa pausa y hacer esos recortes en seco en los que se para el tiempo le parecerá todo demasiado sencillo y natural, le percibirá como excesivamente preparado, tendrá la tentación incluso de restarle mérito. Sería tremendamente injusto.

Si coinciden el Dépor en Primera RFEF y una generación ganadora, solo hay que evitar ponerles barricadas

Enseñan un camino que el Deportivo está dispuesto a recorrer. Es un pulso diario. De momento, han tirado la puerta, el entrenador les ha dejado vía libre y hay más canteranos en el descansillo aporreando. Tienen contratos que les blindan, el club sigue atando a talentos que se consideran, por ahora, como secundarios, como Diego Gómez o Martín Ochoa. Jairo Noriega y Mario Nájera serán los siguientes. Los pasos son los correctos. Pero ser un club de cantera exige y exige. A todos y en múltiples vertientes. Al Dépor como club, que debe mantener la apuesta cuando se adentre en el fútbol profesional, y a la grada, que deberá mostrar paciencia cuando lleguen canteranos al primer equipo que no sean tan rotundos o que no llenen tanto los ojos como Mella y Yeremay. En las malas también requerirá de la grada, guardarse los pitos y el murmullo, a pesar de que el cuerpo pida desahogarse. Incluso exige también un ejercicio de paciencia por parte de los propios jugadores. Aunque tengan contratos a largo plazo, no todos se asentarán en el primer equipo, no todos subirán con la celeridad de los dos extremos, no todos tienen la misma velocidad de maduración. Hay quien será más Villares que Mella y todos los caminos valen, la resiliencia será buena compañera. Es casi un cambio cultural, con pros y contras, que todos los actores deben asumir y llevar hasta las últimas consecuencias. Si no es así, el Dépor será un club de cantera de boquilla. Riazor quiere creer y cree. Pocas veces ha habido tal caldo de cultivo y necesidad de que ahí abajo haya alguien que sienta lo mismo que en la grada.

Ser un club de cantera exige cada día. Al Dépor, perseverar y a los jugadores y la grada, tener paciencia

El modelo de cantera es desde luego convencimiento, pero no sobra que venga acompañado de números, de alegrías no muy lejanas. Dos de los últimos proyectos que tuvieron más peso de la cantera, más goles de la casa fueron los de 2011-12 y 2013-14, los de los dos últimos equipos que ascendieron. Creer, captar las señales y dejar que la historia sigue machaconamente haciendo de las suyas.

Queda atrás el modo caza y ahora toca resistir. Parece más sencillo, pero entra en juego el miedo a perder

El momento de resistir

El Dépor, para su desgracia, se ha movido gran parte de la temporada como outsider. No es sencillo venir de abajo, moverse en el alambre, más cuando el Dépor no se podía permitir más fallos en su lucha por ascender. Hubo un momento, tras caer ante la Cultural en León, que el ascenso directo se veía más como una quimera que como un objetivo. Rozaba el punto de no retorno. Pero se entonó, el equipo hizo clic, doblegó a rivales directos en un mes de enero de pura supervivencia y lo imposible acabó convirtiéndose en real y antes de lo que cualquiera pudiese esperar. Lleva ya unas semanas como líder y el modo caza ha dado paso a la fase de la resistencia. De donde estaba a donde está, parece el paraíso, pero tiene otro tipo de exigencia. Ahora el Dépor puede perder, antes solo tenía la posibilidad de ganar y ese paso a veces no es tan sencillo de dar, de gestionar. Otra reinvención del Dépor en una temporada que es infinita.

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