Opinión

El sudoku irresoluble de Palestina

Se avecinan tiempos de más cañones y menos mantequilla. Con dos conflictos bélicos en dos escenarios “calientes” del planeta, se cierne sobre las conciencias la sensación de que la humanidad se encuentra al borde del precipicio. El sudoku es especialmente irresoluble en el polvorín que enfrenta a Israel y Hamás, una lucha despiadada que diezma cada día a civiles palestinos aprisionados entre dos formas básicas de fundamentalismo: el de los combatientes radicales islámicos y el del gobierno ultraderechista de Netanyahu. Ambos alientan la guerra sin reparos. Unos, en aras de una supuesta liberación; los otros, como fórmula precisa de cirugía militar para mantenerse a toda costa en el poder.

Partiendo del hecho de que la diplomacia internacional debería esmerarse en parar por cualquier medio ese infierno moral insufrible para la población civil, conviene recordar que un estado judío en Oriente Medio rodeado de países árabes es como pretender unas vacaciones plácidas en un chalet en plena jungla.

Puede resultar políticamente razonable la solución de dos estados en Palestina, pero no deja de ser la ilusión de un buenismo poco razonado o razonable, si se tiene en cuenta que el acta fundacional de Hamás refiere el objetivo irrenunciable de la aniquilación total de Israel, al precio que sea. Su ideario es borrar cualquier presencia judía del río a la mar, del Jordán al Mediterráneo. En ese intento cuentan con el apoyo miliciano de los hutíes yemeníes, Hizbulah en Líbano y otros grupos islamistas en Siria, con el amparo armamentístico de Irán. A todos ellos les interesa perpetuar el conflicto.

Israel, por su parte, no contempla una Palestina libre ante el riesgo de que un grupo radical islamista ascienda al poder y forje alianzas con los otros enemigos regionales del poder judío. Difícil embridar a dos tigres sin correr el riesgo de que uno u otro se merienden al domador antes de reanudar su vieja pelea por la supervivencia.

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