Opinión | La pelota no se mancha

Un Dépor de voz y cara, no de plasma y comunicados

Deportivo - Barcelona B

Deportivo - Barcelona B / Iago López

El Deportivo, con buen criterio, ha dado un paso adelante esta temporada en sus redes sociales, en las que se prodigan los mensajes de carácter sentimental ante una afición que es desbordante e inigualable en su fidelidad. ¿Qué más se puede decir ante el homenaje continuo a su propia esencia que supone un partido en Riazor o un paseo por A Coruña donde las camisetas son blanquiazules y los niños del Dépor?

El aficionado necesita que alguien le explique por dónde va su club y por qué se toman las decisiones

Es habitual leer en todos esos canales oficiales que esa masa blanquiazul es “increíble” o que les han dejado “sin palabras”, frases cliché que en este caso tiene un valor real y evidente. Pero toda esa elevación y ese elogio deben ir más allá de una píldora en una cuenta de twitter o de instagram. Deben suponer que el club como institución trate a toda esa gente como lo especial que es. Con todo lo que ha pasado y sigue pasando en la plaza de Pontevedra, en Abegondo e incluso en Riazor desde el ascenso a Segunda, ¿no merece todo el increíble deportivismo que alguien hubiese salido a responderle qué supone esa operación acordeón, por qué Lucas, Álex o el presidente Álvaro García Diéguez estaban y están incómodos en el club, por qué se tomó ese rumbo negociador con el Ayuntamiento, por qué se despide a Albert Gil, por qué ha habido dudas con Irene Ferreras y Óscar Gilsanz? Tantas y tantas preguntas que el deportivismo se hace y en las que encuentra, de momento, el silencio al otro lado, más allá de un puñado de comunicados de réplica y contra réplica o escuetos o demasiado personales, o de vídeos institucionales casi a medianoche. Ningún deportivista tiene todos los elementos de juicio para saber si el club está tomando las decisiones correctas o no (hay quien lo puede intuir), porque nadie desde dentro se las explica a su gente. Todos esos aficionados necesitan un club de carne y hueso, de cara y voz, no de plasma o de comunicados a horas de resaca.

Hace tiempo que el Dépor dejó de ser un club de fútbol, pero cuanto más se le haga partícipe a la gente, mejor le irá

Si algo ha revelado esta temporada, más allá del ascenso, es que el Dépor y el deportivismo son tremendamente poderosos. La grandeza no va en un salto de categoría, va en ese paseo marítimo lleno de una marea blanquiazul, va en esas gradas repletas de niños que solo ven por el Dépor, va en esos once mil que están ya en lista de espera para hacerse socios en un Riazor que, para incredulidad de muchos, se va quedando pequeño. El Dépor es de su gente, aunque de manera formal haya dejado de serlo hace un tiempo. De todos y para todos. Y esa idea debería guiar todas las actuaciones. Quien no lo entienda... No hay que ser ciego para saber que sin Abanca el club ahora mismo difícilmente existiría. Es duro, también real. Como toda empresa puede elegir donde invierte, pero un club de fútbol es material siempre inflamable en términos financieros. El Dépor es de desde hace 22 años una Sociedad Anónima, nunca dejará de ser también un club de fútbol. En menor esencia, pero lo sigue siendo. Y cuanto más se le haga partícipe a la gente, aunque no tenga acciones, aunque su cuenta en el capital social sea ínfima, todo irá mejor, el aire será siempre más respirable. Últimamente con la implosión que parece vivir el Dépor cada verano (incluso cuando se le caen los ascensos de los bolsillos), se alude muchas veces a una crisis de comunicación (y la hay), pero también es, en gran medida, de modelo de club.

Simplemente Lucas

Ese poder de la grada se trasladó, finalmente, esta temporada al campo en la segunda vuelta. El Dépor invencible también se llevó por delante al Castellón. Con un Lucas estelar, con un Mella vertiginoso y con Idiakez al mando de un reloj de precisión al margen de las bajas. El Dépor, en su vestuario y en el césped, vuelve con una cara inmejorable al fútbol profesional. Vendrán curvas y volverá a perder, pero lo que se ha formado dentro de esa caseta, lo que se ha gestado con la grada que ve a los niños de Abegondo en el terreno de juego es aleación de acero ante lo que viene. No hay nada que una más que pasar las malas juntos.

Es el Lucas más sereno, entero y redondo de sus diversas etapas en el Dépor. Irradia paz, paladea su legado

Además de ese Idiakez como líder normal que buscaba Riazor, este final de temporada ha descubierto al Lucas más redondo que se recuerda en A Coruña. Por fútbol, por liderazgo. No tiene nada que ver con la categoría. Es esa serenidad letal con la que se mueve por el campo, es también esa unanimidad que ha encontrado en la grada, la más evidente en sus diversas etapas en A Coruña. Es ese capitán, hasta padre, encantado con los niños, que se encuentra cómodo en el rol de guía del vestuario, que quiere dejar un legado, más allá de cualquier cosa. Irradia una sensación de paz, de aplomo, que es contagiosa.

Lucas será finalmente el jefe de la caseta en Segunda. Ya no es solo el campo, es todo. Su nivel de las últimas semanas hace pensar que puede ser diferencial un peldaño más arriba, que no se ha desvanecido ese futbolista de Primera que llegó hace año y medio a Riazor por amor. La Segunda División que viene será agotadora, exigente. Nueva también para él, ya que solo jugó 24 partidos hace 14 años con el Rayo. Es más que probable que el Dépor reviva episodios agónicos de hace unos meses y con otros objetivos, y no hay mejor salvavidas que él. Pura normalidad. ¿Acaso alguien pudo imaginar otro capitán para este barco?