Ácida y atrevida, María Teresa Otero es como un torbellino. A esta doctora en Ciencias de la Información y profesora de la Universidad de Sevilla le gusta cuestionarse todo lo que le rodea. Lo mastica, lo digiere y luego lo regurgita como diciendo "ahí queda eso". Feminista y comprometida políticamente, María Teresa Otero es toda una iconoclasta.

-¿Le gusta a usted la polémica o es una pose?

-Aunque suene a título de copla, yo soy así. Llevo muchos años siendo heterodoxa, ya tengo fama en la profesión. En 1994, cuando entré en la Universidad de Sevilla tras doce años en el sector del protocolo, me di cuenta de que no sabía cómo explicarle a los alumnos de qué trata la asignatura, de que no existía una base teórica. Así que me puse a investigar y me empezaron a chocar un montón de cosas.

-¿Le han causado algún problema serio sus opiniones?

-Serio, serio, no. Pero sí recuerdo que en un congreso en Sevilla, en 1999, planteé que el protocolo debía atender también a las parejas de hecho, no ya a las homosexuales, que de aquella eran impensables. Pues hubo gente que, por eso, estuvo cinco años sin hablarme. Luego se les pasó. Y es que es lo que tengo: que voy diez años por delante de la realidad pero, a fin de cuentas, esa es la función de la Universidad, ¿no?

-Su afirmación de que la genuflexión ante los Reyes de las mujeres que ostentan un cargo es anticonstitucional rezuma feminismo, ¿me equivoco?

-Pues no, siempre lo he sido. Y es que no podía ser otra cosa. Que una mujer, por el mero hecho de serlo, deba tener un comportamiento distinto al de un hombre, me saca de quicio.

-En todo caso, ¿cree que a la casa real le importa que una mujer se incline o no?

-Si la casa real quisiera que no se hiciera la genuflexión, bastaría con que la reina Sofía le dijera a alguien de su entorno 'qué cansada estoy de que se arrodillen'. Seguro que se corría la voz y se dejaba de hacer.

-¿Es España machista?

-Yo, aunque parezca muy rotunda, soy de relativizar mucho las cosas, así que si la comparamos con México, España no es machista, pero si la comparamos con Suecia, pues sí. En realidad, todos los países son machistas de una u otra forma, porque los hombres han ocupado durante siglos los puestos de poder.

-No obstante, ¿no cree que la paridad es un tanto artificial?

-No, en absoluto. Las discriminaciones siempre hay que empezar a combatirlas con discriminaciones positivas. Seamos sinceros, ¿qué marido ayuda de manera voluntaria a su esposa? La trampa de la paridad es que es el único sistema de cuotas que se discute. En la Junta de Andalucía, que es lo que más conozco, hay multitud de sistemas de cuotas, pero el único que se cuestiona es el de la paridad. De todas formas, el problema es otro: el escasísimo número de mujeres que están en puestos de responsabilidad.

-Usted también afirma que la forma de vestir o de peinarse dice más de una persona que la comunicación verbal. Le propongo un test: ¿qué le sugiere el estilo de Obama?

-Pues que es un negro de clase bien, como Kennedy, que, por cómo se vestía y se movía, demostraba que era un blanco de clase bien. Bush era más como de grandes almacenes.

-¿Y el de Zapatero?

-Siempre tengo la sensación de que le sobra una parte de la chaqueta. Encorva un poco la espalda, creo que más por prudencia que por temor o inseguridad. No se le ve suelto. Pero, por ejemplo, a Berlusconi la gente no lo acepta aunque vaya impecablemente vestido, lleve la espalda recta y se haya operado múltiples veces. Aunque, en este caso, se impone la comunicación verbal.

-¿La clase política española está en la UVI?

-He tenido la suerte de haber comenzado mi carrera junto a la primera generación de políticos de la democracia. Las comparaciones siempre son odiosas pero, viendo lo que veo ahora, me echo a temblar. Ha habido un cambio considerable. Ahora, el conocimiento parece estar reñido con el pragmatismo. En la actualidad, los puestos de responsabilidad en los gobiernos se dan a personas de confianza que se supone que ya aprenderán a gestionar pero... ¿Por qué no se puede elegir a alguien de confianza que ya sepa gestionar?

-¿Vamos camino del bipartidismo?

-Es inevitable gracias a la ley de D'Hondt. Otra cosa es que se establecieran las listas abiertas, pero creo que su mecánica no se está explicando bien de manera deliberada, para que los ciudadanos no se enteren.

-Volviendo al protocolo, ¿cuál ha sido la peor experiencia de su carrera?

-En la Exposición Universal de Sevilla de 1992, de cuyo equipo de protocolo formé parte, un jefe de seguridad del presidente de un país sudamericano, no voy a decir cuál era, llegó a sacar una pistola para acabar con una discusión sobre cómo distribuir en un palco a las autoridades asistentes a un acto oficial. En un sitio para doce personas pretendía meter a cuarenta a disparo limpio. Fue atroz. Pasé miedo.

-¿Fue lo único polémico de aquella cita?

-No, también tengo una muy buena con Fidel Castro. Tuve que acompañarlo de Sevilla a Huelva en un microbús de quince plazas en el que iban cuarenta miembros de la seguridad de Castro. Y, encima, un montón de gente alrededor del vehículo. El jefe de seguridad se puso nervioso. Quería que la gente se bajase, pero nada. Hasta que Fidel dijo: 'Bájense ahora mismo'. Nadie rechistó.