Es un compuesto que se genera en nuestro organismo de forma natural a partir del metabolismo de las purinas que forman parte de ciertas proteínas. Su nivel debe ser adecuado para evitar que se acumule en la sangre y genere problemas como la gota. Cuando la concentración es elevada se forman sales (denominadas uratos) que pueden depositarse en pequeñas articulaciones y tejidos cercanos que se dañan e inflaman.

Se considera que hay tres fases en la evolución de la enfermedad:

-Hiperuricemia, que se refiere al aumento asintomático de ácido úrico en la sangre.

-Ataque agudo de gota, que produce inflamación dolorosa y puede darse aunque el nivel de ácido úrico no esté elevado. Se localiza en los pies, tobillos, rodillas, hombros, etc.

-Gota crónica, tras ataques repetitivos de gota en los que se van acumulando los depósitos de sales en cartílagos, tendones y tejidos blandos.

La enfermedad gotosa suele aparecer después de los 35 años. Los datos epidemiológicos constatan que afecta fundamentalmente a hombres de 40 a 50 años, y, a medida que envejecemos, la probabilidad de aparición es similar en ambos sexos. Cursa con dolor artrítico normalmente localizado que se inicia en el dedo gordo del pie y asciende por la pierna. A ello puede acompañarle una nefrolitiasis úrica (piedras en el riñón) y la denominada nefropatía gotosa (aguda o crónica).

La causa de esta acumulación se relaciona con las alteraciones del metabolismo del ácido úrico. Las variaciones metabólicas tienen un componente genético, pero también se asocian a la práctica excesiva de ejercicio, consumo de alcohol, obesidad y dieta. El mecanismo conocido se basa en que el riñón es el encargado de la expulsión de la mayor parte del ácido úrico presente en el organismo, siendo ayudado por el intestino (aunque en menor proporción). Así, cualquier defecto en el riñón, predispone a la aparición de la denominada gota primaria. En otras ocasiones, la presencia de ciertas enfermedades (leucemias, obesidad, diabetes, hipertensión, etc.) son causa de la denominada gota secundaria.

El diagnóstico lo realiza el médico. Normalmente es suficiente con hacer un análisis de sangre completo en el que se determinan los valores de este compuesto. Se consideran normales si se encuentran en un rango comprendido entre 2.5 y 8.5 mg/dl, en función del tipo de test de que se trate y del sexo y edad del paciente. A ello se suele unir un análisis de orina que permite una detección muy precisa. Puede ser necesario realizar alguna otra prueba que el médico determinará.

El tratamiento también lo decidirá él. Se aplican medidas higiénicas que incluyen dieta y ejercicio adecuados y ciertos fármacos que deben ser recomendados por el especialista.

Puedes prevenir el aumento de los niveles de ácido úrico si consumes lácteos bajos en grasa diariamente y alimentos ricos en vitamina C (naranjas, kiwis, brécol, etc.) e incluso suplementos de la misma pautados por el médico. También se considera adecuado el ajo por sus reconocidas propiedades circulatorias y depurativas. Elige carne de pollo y pavo, cereales, arroz y patatas.

Se recomienda evitar:

-El sobrepeso, pues favorece la formación de ácido úrico y reduce su excreción.

-El consumo de alcohol, que incide directamente en el incremento de esos niveles normales.

-La baja hidratación. Bebe agua de manera abundante.

-La ingesta de alimentos con fructosa añadida (galletas, zumos de frutas envasados, barritas de cereales, productos bajos en calorías, etc.)

-El consumo excesivo de alimentos ricos en proteínas y grasas (carne roja, patés o embutidos derivados del cerdo, por ejemplo). No se deben consumir vísceras.

-El exceso de marisco en la dieta. Tampoco se puede abusar de anchoas, caballa, arenques y otros pescados similares.

-La ingesta excesiva de vegetales ricos en purinas como espinacas, puerros, setas, etc.

-La cafeína presente en bebidas de cola, café, té, etc.

Algunos fármacos influyen en el nivel de ácido úrico incrementándolo (ácido acetilsalicílico, cafeína, alcohol, epinefrina, levodopa, teofilina, etc.) o reduciéndolo (corticosteroides, estrógenos, glucosa, etc.), lo que debe ser tenido en cuenta cuando se trate con estos pacientes.

Una propuesta sana incluiría: Desayuno: un pomelo, un vaso de agua, 2 tostadas integrales con aceite de oliva virgen y un café (descafeinado) con leche desnatada. Media mañana: un plátano y un vaso de agua. Comida: Pollo asado con arroz blanco y natillas caseras. Merienda: un yogur desnatado, una infusión y una tostada de pan con cereales. Cena: menestra de verduras y merluza a la plancha. Antes de acostarte un vaso de leche desnatada con miel.