Beber agua es un hábito muy saludable y necesario para el organismo, pero no debe realizarse un consumo excesivo porque resultaría pernicioso. Son muy numerosas las personas que no son capaces de controlar la cantidad que consumen y lo hacen de manera exagerada llegando a ingerir 6 ó 7 litros al día, superando en mucho la cantidad recomendada por los especialistas. Este consumo compulsivo y continuado se conoce con el nombre de potomanía y debe ser tratada por el médico porque puede provocar graves trastornos en el organismo.

El agua es el componente más abundante del cuerpo humano (se cree que entre el 60 y el 70% de nuestro organismo está constituido por ella) y se considera que llega a representar más de la mitad del peso corporal. Para mantener en equilibrio la cantidad de agua necesaria para realizar las funciones vitales, una persona sana necesita alrededor de dos litros diarios. Este dato es general y los expertos inciden en que se relacionaría con el peso corporal y la ingesta calórica, entre otros factores, estableciendo los dos litros como una cantidad promedio que se puede considerar adecuada.

Puede integrarse de tres maneras diferentes: a partir del líquido ingerido (unos 1.200 ml.), de los alimentos (unos 1000 ml.) y de la que produce el propio metabolismo interno (unos 350 ml.). Frutas, verduras y hortalizas son los alimentos que mayor cantidad de agua contienen y resultan una fuente perfecta de hidratación porque, además, aportan vitaminas, minerales y fibra. Así, para contabilizar la cantidad ingerida, debe tenerse en cuenta el consumo de estos alimentos cuyo aporte de agua es importante.

Aunque sabemos que el agua es salud, debemos recordar que debe ser consumida en una cantidad adecuada que no debería pasar de 1600 mililitros en el caso de las mujeres y de dos litros en los hombres, según indican los especialistas. Quienes padecen potomanía sienten un deseo constante de beber cualquier líquido (especialmente agua) de manera compulsiva y continuada sin estar realmente sediento. Esta necesidad caracteriza el problema psicógeno que conforma la enfermedad y puede ser el síntoma de otras patologías (como anorexia, diabetes o esquizofrenia).

Las causas de la potomanía son variables y pueden destacarse: la anorexia nerviosa, trastornos de personalidad, esquizofrenia, alteraciones del hipotálamo (incluso un traumatismo), diabetes mellitus, enfermedades renales crónicas, el consumo de ciertos medicamentos (entre los que podemos señalar los antiinflamatorios no esteroideos, los diuréticos tiazídicos, el litio, ciertos antidepresivos, etc.). Establecer la causa primaria es fundamental para poder adaptar el tratamiento y regular la ingesta.

El consumo excesivo de agua puede generar problemas reales de salud que resultan tan peligrosos como los generados por el escaso consumo de esta bebida. Podemos destacar: alteraciones del funcionamiento del riñón, desequilibrio electrolítico y de fluidos corporales, variaciones en la composición de la sangre, pérdidas de minerales (especialmente sodio y potasio, fundamentales para la realización de funciones vitales), náuseas, dolor de cabeza, diuresis excesiva, calambres, letargia, convulsiones, pérdida de concentración, parálisis, desmayos, insomnio, sudoración extrema, etc. Normalmente no se asocian a la potomanía porque son inespecíficos y pueden formar parte de muchos otros cuadros patológicos (desde un catarro hasta una bajada brusca de tensión), por lo que resulta complicado pensar en ella como primera opción.

El tratamiento depende de la causa que la provoca y debe ser pautado por el médico. De manera general, debe reducirse la ingesta de líquidos a un litro y medio o dos diarios y, fundamentalmente, tratar la enfermedad de base que la provoca (si es que la hay). Suele recomendarse la administración de diuréticos específicos, tratamiento psicológico y/o psiquiátrico (si existe algún problema a ese nivel) o el cambio de fármacos (si son los causantes).

No resulta fácil para el propio paciente reconocer que padece un problema. Está acostumbrado a hacerlo y no lo percibe como una patología. Es importante que quienes conviven con él le ayuden a entenderlo y darse cuenta de lo que está ocurriendo. No es necesario asustarlo, sino comentarlo con naturalidad e indicarle la necesidad de acudir a la consulta de su médico. Será él quien se plantee la mejor manera de explicárselo y pautar el tratamiento que considere adecuado a su caso.