Cuando tu bebé es prematuro

Dos madres relatan la dura experiencia que suponen los días en la UCI, las operaciones y las múltiples terapias que implica un nacimiento antes de tiempo

P. M.

Dos madres que han tenido bebés muy prematuros, con 26 y 29 semanas de gestación, explican la montaña rusa de emociones que supone. Desde el shock inicial, a los sentimientos de culpa, rabia, miedo y preocupación. Los bebés que nacen antes de la semana 37 y especialmente los muy prematuros o prematuros extremos (entre las semanas 23 y 32 de gestación) pueden morir o sufrir trastornos respiratorios, intestinales, motores, neurológicos... Un sinfín de problemas que, en el caso de los dos niños que protagonizan este artículo, Patrick y Elna, han superado con mucho esfuerzo y todo tipo de terapias.

Patrick Gutiérrez llegó al mundo con apenas 930 gramos. Su madre, Alicia Flórez, tuvo un embarazo normal, sin ningún indicio de que el parto se iba a adelantar pero un buen día, estando de 29 semanas, empezó a notar agua y acudió al Hospital del Sureste (Arganda del Rey), donde terminó rompiendo aguas. De ahí fue trasladada al Gregorio Marañón (Madrid), centro en el que no pudieron detener el nacimiento ni 24 horas para administrar a Patrick los corticoides para que maduraran sus pequeños pulmones. Le hicieron una cesárea de urgencia. Además, llegó al mundo con otra mala noticia, tenía atresia duodenal, una patología que implica que el intestino delgado no esté conectado al estómago. Lo normal es operar a los niños que tienen esta afección tras un nacimiento a término, con más de 2.500 kilos de peso, pero a Patrick le operaron a los seis días de llegar al mundo, con apenas 800 gramos. “Tuvieron que tejer vísceras hiperfinas, fue un gran problema pero si no le operaban, no sobrevivía”, explica Alicia. Y, tras superar la primera operación, a los 15 días tuvieron que abrirle de nuevo porque tenía una infección grave. “Valoraron la probabilidad de supervivencia en la operación y era muy baja, quizá en otros países no lo hubieran intentado, pero el equipo médico fue a por todas”.

Durante la estancia en el hospital, Alicia y Daniel no contaron con apoyo psicológico pero después sí lo han recibido y han sido conscientes de que un parto muy prematuro “es como un duelo”. “Pasas por todas las fases: la culpa, porque piensas que has sido tú la que has provocado el adelanto; la rabia, no entiendes por qué te ha sucedido a ti; y el miedo porque no entiendes lo que va a pasar y menos lo que está por venir. Incluso llegas a pensar que si va a quedar con muchas secuelas, mejor que se muera y los primeros días intentas no encariñarte mucho porque puede salir mal, aunque la esperanza no la perdió nadie”.

María tuvo la desagradable sorpresa de que se rompía la bolsa amniótica cuando apenas llevaba 15 semanas embarazada. Rápidamente, la ingresaron en una clínica privada de Barcelona pero, a las tres semanas, la derivaron a un hospital público, convencidos de que tenía que abortar, que su embarazo no era viable. Afortunadamente, en la Maternitat del Clínic fueron atendidos por obstetricia de alto riesgo y la unidad de neonatología, donde les explicaron las posibilidades de supervivencia de los bebés a partir de la semana 23 y ella y su marido, Javier, «decidieron tirar para adelante», pese al riesgo de fallecimiento o de que la niña tuviera graves secuelas. Elna nació con apenas 710 gramos y aunque los pulmones estaban maduros para su edad gestacional, la tuvieron que entubar y después estuvo varios meses con oxígeno. En la UCI para neonatos del Clínic permaneció 68 días y uno de los peores momentos fue cuando sufrió un derrame cerebral, que finalmente se le reabsorbió y, a día de hoy, no ha dejado secuelas. Pero “fue muy duro”, explica su madre.

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