Una nueva erupción obliga a evacuar una urbe islandesa por segunda vez desde noviembre

La lava se aproxima a las viviendas de Grindavik

Erupción del volcán cerca de Grindavik, en Islandia.  | // ICELAND CIVIL DEFENSE

Erupción del volcán cerca de Grindavik, en Islandia. | // ICELAND CIVIL DEFENSE / Agencias

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La pequeña localidad islandesa de Grindavik tuvo que ser evacuada, por segunda vez en otros tantos meses, a primera hora de ayer tras una erupción de una grieta de magma que recuerda a la ocurrida el pasado mes de noviembre, cuando los 4.000 habitantes de la ciudad islandesa tuvieron que abandonar urgentemente sus hogares. La nueva erupción es más pequeña que la de entonces pero el magma expulsado parece haber superado las barreras de contención que estaban siendo instaladas y por la tarde ya se encontraba a sólo 450 metros de los primeros domicilios del norte de la localidad. La erupción volcánica comenzó alrededor de las 08.00 horas al norte de Grindavik, según la oficina meteorológica.

Defensa Civil de Islandia supervisa de cerca la situación y recuerda que la mayor parte del pueblo sigue vacío porque muchos de sus ocupantes todavía no han regresado tras la primera evacuación de noviembre. Ayer, los servicios de rescate estaban trabajando para impedir que el magma destruyera las máquinas y los vehículos en la zona industrial de la localidad, una importante zona pesquera del suroeste de Islandia. La zona había permanecido inactiva durante casi 800 años hasta principios de 2020, cuando comenzó una intensa actividad sísmica en la península, y el magma comenzó a emerger en 2021. La erupción actual es la quinta desde entonces.

Aunque Islandia está acostumbrada a las erupciones, los residentes no han experimentado un evento que amenace áreas habitadas a tal escala desde 1973, cuando parte de una ciudad de unas 5.000 personas quedó sepultada bajo la lava en las Islas Westman. Uno de los eventos volcánicos más perturbadores en la historia reciente del país nórdico ocurrió en 2010, cuando la erupción del volcán Eyjafjallajokull paralizó el tráfico aéreo en toda Europa durante semanas, lo que provocó la cancelación de 100.000 vuelos y afectó a más de 10 millones de personas.