Mujeres de ciencia y tecnología

La medicina del futuro, ya en el presente

Un investigador analiza unas muestras en su laboratorio.

Un investigador analiza unas muestras en su laboratorio. / EFE

Rocío Mosquera *

Vivimos en un mundo en el que la inmediatez de la comunicación y la sobreinformación de noticias nos impiden disponer de la perspectiva necesaria para percibir la importancia de lo que estamos presenciando.

Si tomamos un poco de distancia, podremos ser conscientes del apasionante momento histórico del que estamos siendo testigos en medicina e investigación biomédica, en el que las innovaciones tecnológicas y la capacidad de procesado de datos están permitiendo mejoras radicales impensables hace tan sólo cinco años atrás. Estamos presenciando el nacimiento de la medicina del futuro.

El ejemplo del veloz desarrollo de la vacuna del COVID es bien conocido por el público general, debido al seguimiento mediático que recibió por su trascendente influencia en la finalización de la pandemia que asolaba el planeta. Secuenciaciones del genoma completo del virus original y sus nuevas variantes obtenidas en dos días que habrían sido imposibles sólo una década antes y vacunas con efectividades superiores al 95% disponibles en menos de 10 meses frente a los más de 10 años necesarios para cualquier otra vacuna, fueron hitos sin precedentes hasta el momento. La urgencia de la pandemia impulsó la utilización de desarrollos tecnológicos de gran madurez, como la metodología basada en ARN mensajero, que en otro escenario habrían tardado años en dar el salto a la clínica y que ahora están entrando de lleno en el desarrollo de soluciones para enfermedades sin tratamiento. Es la punta de un iceberg que aflora un poco más cada día.

Terapia CAR-T

Podríamos decir que el pistoletazo de salida vino marcado por otro caso paradigmático, el del desarrollo de la terapia CAR-T, donde las propias células del paciente son el “medicamento vivo”. En este novedoso tratamiento contra cánceres hematológicos, los linfocitos del paciente son extraídos, modificados genéticamente para reconocer específicamente al tumor y cultivados en el laboratorio hasta obtener grandes cantidades que puedan ser reintroducidas en su cuerpo, donde atacarán selectivamente y eliminarán las células tumorales. El éxito de las primeras terapias de este tipo, aprobadas por las agencias reguladoras americana y europea hace ya siete años, es indudable. Más de un 50% de los pacientes se encuentran libres de enfermedad, pacientes que cuando fueron tratados no disponían ya de ninguna opción terapéutica y cuya esperanza de vida era de unos pocos meses. Hoy en día este tipo de terapias, en desarrollo para otros tipos de cáncer, empiezan a ser aplicadas también en enfermedades mediadas por el sistema inmune, con resultados espectaculares. Un ejemplo es el caso del Lupus Eritematoso Sistémico, enfermedad crónica de tipo autoinmune, para el que ya se han publicado resultados en pacientes que no respondían a otras opciones de tratamiento disponibles.

Terapias génicas

En la actualidad, el número de ensayos clínicos basados en los desarrollos más avanzados del arsenal biotecnológico crece de forma exponencial. Consecuentemente, el número de nuevas terapias aprobadas para enfermedades sin cura, aumenta a un ritmo acelerado. En 2022 llegaron al mercado tratamientos de terapia génica para la hemofilia A y B que, con una única dosis, permiten al paciente recuperar la capacidad de producir factores de coagulación (factor VIII y factor IX) y evitan que tengan que inyectárselos de por vida. Esto se consigue gracias a la introducción de una copia funcional del gen que los codifica en las células del hígado del paciente, a donde llegan a través de un vehículo especial diseñado en laboratorio. Poco menos de un año después, fue el turno de la anemia de células falciformes, con dos tratamientos de edición genética de células madre de médula ósea. Uno de ellos ha usado por vez primera en un tratamiento médico la técnica CRISPR, que corta y sustituye en las células el gen de interés de forma dirigida.

De forma similar, distintas enfermedades raras derivadas de alteraciones en un único gen como la distrofia muscular de Duschene, adenoleucodistrofia y atrofia muscular espinal, entre otras, han visto aparecer terapias génicas que suponen una luz de esperanza para estas patologías severas y sin alternativa hasta ahora.

Futuros retos

En las últimas semanas, los distintos medios de comunicación se han hecho eco del desarrollo por parte de científicos de la Universidad de Pensilvania del primer cromosoma sintético humano que es capaz de insertarse en células humanas y transmitirse a las siguientes generaciones sin efectos nocivos detectables. Aunque su tamaño es pequeño comparado con los cromosomas naturales, este trabajo abre puertas para el tratamiento de trastornos genéticos donde la cantidad de ADN a modificar supera al manejable con las técnicas actuales de edición genética.

Enfermedades neurodegenerativas como el párkinson, podrían tener sus días contados si los estudios que tratan de reestablecer el equilibrio de neurotransmisores mediante terapia génica, tienen el éxito esperado. La aplicación de nuevas herramientas tecnológicas como la bioimpresión de tejidos, la creación de organoides 3D, o los gemelos digitales, están permitiendo crear modelos a escala de las distintas patologías (incluso personalizados para cada paciente) y usarlos para diseñar terapias a medida.

El desarrollo de estas estrategias para el diseño de nuevas armas terapéuticas discurre paralelo, y en gran parte debido, a un incremento en la capacidad de caracterización de las bases de la enfermedad y del diagnóstico de los pacientes. El espectacular desarrollo de las técnicas de análisis genómico ha convertido la caracterización molecular de las muestras de los pacientes en pruebas de rutina, siendo la base de la actual medicina de precisión. En investigación, su uso conjunto con técnicas de análisis multi-ómicas (proteoma, transcriptoma, metaboloma, inmunoma, microbioma,…) permiten el uso de modelos matemáticos para poder trazar las complejas interacciones que cualquier cambio patológico o tratamiento genera en las células y tejidos afectados.

En definitiva, estamos viviendo probablemente uno de los momentos más disruptivos en la historia de la medicina. En él, con la implementación de estas nuevas tecnologías y de las que están por venir, se conseguirán grandes avances en la lucha contra la enfermedad y por tanto en el aumento del bienestar y calidad de vida de las personas.

*Licenciada en Medicina y Cirugía. Presidenta del Clúster de Saúde de Galicia, CSG. Socia de AMIT-Gal

Este artículo forma parte de una serie mensual de colaboraciones de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas de Galicia con LA OPINION. Doce aportaciones que buscan acercar la ciencia y la tecnología a la ciudadanía, mostrando la labor que cada una de nosotras desarrolla desde nuestra área de trabajo. Participamos científicas del campo de las matemáticas, la biología, la farmacia, la física, la economía, la ingeniería de telecomunicaciones, la sociología, la ingeniería industrial, la psicopedagogía, la informática, el derecho y, evidentemente, la arquitectura. Confiamos que resulten de su interés.