El Papa revela que en 2005 le “usaron” para intentar “bloquear la elección de Ratzinger”

Francisco cuenta las maniobras de aquel cónclave en un libro de conversaciones que se publicará este miércoles

El papa Francisco dirige la Misa de Pascua, ayer, en el Vaticano. |  // MASSIMO PERCOSSI/EFE

El papa Francisco dirige la Misa de Pascua, ayer, en el Vaticano. | // MASSIMO PERCOSSI/EFE / REDACCIÓN/Irene Savio

REDACCIÓN/Irene Savio

El Papa ha revelado que en el cónclave del 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, los cardenales electores usaron su nombre para “bloquear la elección de Ratzinger y después negociar un tercer candidato diferente”. “Sucedió que yo llegué a tener cuarenta de los ciento quince votos en la Capilla Sixtina. Eran suficientes para frenar la candidatura del cardenal Joseph Ratzinger, porque, si me hubieran seguido votando, él no habría podido alcanzar los dos tercios necesarios para ser elegido papa”, narra en el libro El sucesor, (Planeta) escrito por Francisco en colaboración con el corresponsal del diario ABC en el Vaticano, Javier Martínez-Brocal, que se publica este miércoles, 3 de abril.

En un extracto del libro, adelantado por el diario ABC, Francisco asegura que los cardenales juran no revelar lo que sucede en el cónclave, pero los papas tienen licencia para contarlo. “En ese cónclave —el dato es conocido—, a mí me usaron”, dice. El Papa argentino detalla esta “maniobra” y deja claro que al votarlo “la idea de quienes estaban detrás de los votos” no era que el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio saliera elegido.“Fue una maniobra en toda regla. La idea era bloquear la elección del cardenal Joseph Ratzinger. Me usaban a mí, pero detrás ya estaban pensando en proponer a otro cardenal. Todavía no estaban de acuerdo sobre quién, pero ya estaban a punto de lanzar un nombre. Me contaron, más tarde, que no querían a un papa ‘extranjero”, añade.

El papa Francisco también revela que en el cónclave que empezó el lunes 18 de abril de 2005 su candidato era el entonces cardenal Joseph Ratzinger. “Era el único que en ese momento podía ser papa. Después de la revolución de Juan Pablo II, que había sido un pontífice dinámico, muy activo, con iniciativa, que viajaba... hacía falta un papa que mantuviera un sano equilibrio, un papa de transición”, asegura sobre su voto.

“Y es verdad. Si hubieran elegido a uno como yo, que hace mucho lío, no habría podido hacer nada. En aquel momento, no habría sido posible. Yo salí contento. Benedicto XVI fue un hombre que acompañó el nuevo estilo”, explica. También detalla que Benedicto XVI encontró “mucha resistencia dentro del Vaticano”. “¿Qué estaba diciendo el Espíritu Santo a la Iglesia con ese nuevo papa? Con la elección de Joseph Ratzinger estaba diciendo: ‘Aquí mando yo. No hay espacio para maniobras”, concluye.

La salud del Pontífice desata la rumorología vaticana en Semana Santa

Hay algunos vaticanistas que tienen muchas posibilidades de acertar el momento en el que el papa Francisco, de 87 años, realmente enferme de gravedad o anuncie su sucesión. No por intuición o clarividencia. Tampoco porque tengan fuentes especialmente conectadas dentro del Vaticano. Su estrategia es distinta: desde hace ya algunos años, gritan al lobo cada vez que Francisco tropieza, coge un resfriado o cancela cualquier actividad en su agenda. El último episodio ha ocurrido estos días de Semana Santa. Ya el Domingo de Ramos, Francisco evitó leer la homilía prevista para la celebración y no participó en la procesión en torno al obelisco de la plaza de San Pedro, como habitualmente hace. Resultado: ríos de tinta y directos de televisión se dedicaron al percance en los medios italianos, desde los cuales la información suele saltar a los internacionales: muchos de ellos también han replicado la situación.

Agenda maratoniana

La rumorología continuó ampliando confines hasta que el miércoles el Papa ofició la tradicional misa que suele celebrarse ese día y entró en el aula Pablo VI caminando por sí mismo. A continuación leyó sin problemas la catequesis que había preparado, lo que algunos medios interpretaron como una muestra de la “mejoría” de su salud, tras haber sufrido durante algunas semanas problemas respiratorios por una gripe. “El milagro de Semana Santa”, ironizó entonces algún cronista. Sin embargo, sí hubo más giros de guión de última hora, ya que el mismo Viernes Santo se anunció que el Pontífice no acudiría al Vía Crucis con el fin de proteger su salud de cara al resto de celebraciones de Semana Santa. La realidad es que la agenda de Francisco, que además de tener una edad avanzada también ha acusado problemas reales de salud, es extremadamente maratoniana. Tras no acudir al Vía Crucis, Francisco sí acabó presidiendo el sábado, dando signos de buena forma, la Vigilia de Pascua, una ceremonia de casi tres horas, y ayer ofició la misa del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro ante más de 30.000 personas.