El 11 de octubre de hace cincuenta años comenzaron las reuniones del Concilio Vaticano II, el proceso de reforma de la Iglesia Católica que lideró el papa Juan XXIII y cuyas conclusiones y documentos hicieron a Roma dar un profundo cambio con el objetivo de acercar la Iglesia a los fieles. El concilio se celebró entre 1962 y 1965 y desde entonces la Iglesia no volvió a ser la misma.

-El Concilio Vaticano II fue una revolución para la Iglesia.

-Más que revolución, yo prefiero decir que fue una primavera, porque revolución parece que tiene un sentido algo más político, y aquella fue una experiencia espiritual de la Iglesia; de la recuperación del sentido comunitario y una promoción del laicado para que ayudaran a los religiosos en la tarea de la evangelización. Muchas cosas han cambiando desde entonces, pero el concilio mantiene su actualidad.

-¿Haría falta otro Vaticano II?

-No, tendríamos que releer los documentos del Concilio mismo, interpretarlos y aplicarlos.

-¿Hay aspectos que no se han aplicado?

-Hay aspectos que no del todo, como la participación de los laicos, la liturgia o recuperar un sentido más comunitario de la Iglesia, menos jerárquico y más conciliar.

-¿Se puede llegar más lejos en la liturgia?

-Siempre se puede mejorar, esto es un camino que vamos andando. Creo que, sin revolucionar nada, la liturgia tendría que conseguir que la gente participara más, cada cual con su tarea. Ahora hay resistencias y hasta nostalgias de una manera antigua de celebrar, parece que hay un acercamiento de la gente más estético que litúrgico realmente. Liturgia quiere decir algo que implica la participación, no algo misterioso que queda lejos.

-Pasar de dar la misa de espaldas y en latín, a hacerlo de cara y en el idioma del país fue un gran cambio.

-Sí que lo fue, y fue un cambio muy bueno. Cuando hace poco se habló de la posibilidad de volver a una liturgia antigua fueron precisamente los sacerdotes mayores, los que lo vivieron, los que se negaron. Y esto es muy significativo. Los nostálgicos son muchas veces los que no conocieron aquella realidad.

-El alejamiento de los ciudadanos de la Iglesia es cada vez mayor, en especial de los más jóvenes, y esto se ve en la disminución de vocaciones. ¿Un cambio ayudaría a evitar esa crisis de fe?

-Hay diferentes cuestiones que influyen. Creo que esta disminución de las vocaciones debe ser leída también en un contexto social, político y económico. Todo contribuye a que los jóvenes conozcan cada vez menos a Cristo.

-¿Cómo cree que se debe abordar este alejamiento de las nuevas generaciones?

-Ya Juan Pablo II hablaba de la nueva evangelización y el papa Benedicto creó un Pontificio Concejo con esta tarea. Yo creo que, sin cambiar el mensaje, que no se puede cambiar obviamente, sí que se puede modificar el lenguaje que se utiliza para proponerlo; igual que la participación que comentábamos. Creo que sería una forma de hacer llegar el mensaje a los más jóvenes.

-Hay cuestiones como la sexualidad, el matrimonio homosexual o la reproducción que chocan con la visión que la mayoría de los jóvenes tiene hoy en día.

-Es importante que las personas entiendan que hay ciertos límites. Es cuestión de entender el sentido verdadero de las proposiciones del magisterio, de la misma revelación.

-¿Y cómo afectó el Concilio a la orden franciscana?

-En la orden franciscana hubo también muchos cambios. La orden intentó siempre acercarse al pueblo, a los pobres; pero había cosas que había que cambiar. La misma interpretación de la regla de San Francisco tenía que ser revisada; fue un aire nuevo. Hubo una nueva apertura al mundo, nunca faltó, pero la vida era más conventual.

-El papa Juan XXIII tuvo detractores por promover el Concilio. ¿Todos aceptaron los cambios en el seno de la Iglesia?

-Todo no se acepta nunca totalmente, pero en general, creo que el Concilio logró su finalidad y son muy raras las excepciones.

-¿El papel actual de la orden?

-Nuestra orden siempre fue de misioneros, apóstoles, evangelizadores. Esa siempre fue nuestra tarea. Tuvimos mucha presencia en el nuevo mundo, en América Latina; siempre conociendo las costumbres, la cultura de los pueblos, sus problemas, sus deseos, y con el tiempo, llegar a evangelizar, poco a poco. Tenemos presencia hasta en China, los primeros católicos que llegaron fueron los franciscanos.

-¿Qué lugares les quedan por llegar?

-Sí, especialmente es muy poca la presencia en el mundo árabe, pero allí es muy difícil. Pero creo que la tarea ahora es la de reevangelizar Europa. Es el mayor desafío.

-¿Qué opina del enfado en los países musulmanes por el vídeo y las viñetas sobre Mahoma?

-Debemos ser respetuosos y no herir su sensibilidad. Si les ofende, mejor no dibujar a Mahoma.