Victoria Camps es catedrática emérita de Filosofía Moral y Política de la Universitat Autónoma de Barcelona, fue senadora independiente por el PSC/PSOE de 1993 a 1996 y ha sido presidenta del Comité de Bioética de España hasta 2012. Además, en su extenso currículum destacan el Premio Internacional Menéndez Pelayo, que recibió en 2008 y el Premio Nacional de Ensayo, obtenido en 2012 con El gobierno de las emociones.

-¿Cómo vivió el 27-S?

-La verdad es que con una cierta desgana, preocupación y esperanza de que el número de independentistas fuese más pequeño de lo que finalmente fue y con la convicción de que no servirían de nada. Fue una manera de sustituir un referéndum que no se llegó a hacer y se está viendo que no fueron ni unas elecciones autonómicas, ya que será difícil que se pueda formar gobierno, ni fue un plebiscito, porque tampoco ha quedado claro si los independentistas tienen una mayoría. Por tanto, un paso inútil.

-¿Para qué sirven entonces?

-Muchos filósofos postulan un mundo ideal y hacen como si fuese real. En Cataluña se ha actuado como si ya existiese un estado propio y se han ido creando unas estructuras casi estatales. Esto es empezar la casa por el tejado.

-¿Le sorprendió que la presidenta del Parlament concluyese su primera intervención con un "Viva la República catalana"?

-No, pero me parece muy descalificable que lo hiciese. Precisamente, una de las formas que habían mantenido los políticos hasta ahora era que en el momento en el que eran elegidos, constituían un gobierno y un parlamento para todo el mundo. Ella, de entrada, ya ha dicho que es partidaria de una Cataluña que no es la de todos.

-¿Los no independentistas son menos catalanes?

-Nadie tiene el patrimonio de la catalanidad, cada uno la construye a su manera. No hay un modo canónico de ser catalán.

-¿Cómo ha afectado al proceso soberanista la caída de un mito como Pujol?

-Ha afectado poco a este proceso independentista. Pujol está apartado y el proceso sigue. Es verdad que ahora nadie se quiere sacar una foto a su lado y que Convergència está desapareciendo.

-¿Se puede analizar este conflicto entre Cataluña y el Estado desde una perspectiva ética?

-Lo peor es la manipulación del lenguaje. Por ejemplo, cuando se dice que este proceso es democrático porque mucha gente sale a la calle a pedir una cosa y que esto autoriza cargarse la legalidad. La democracia no es esto. Sin unas reglas de juego ni un estado de derecho no hay democracia. El 'derecho a decidir' ha sido una expresión muy afortunada, pero no quiere decir nada. No se habla claro, se debería hablar de derecho a la independencia o a la autodeterminación, no del derecho a decidir. Con este proceso se está engañando a la gente.

-¿Existe la posibilidad de alcanzar un acuerdo?

-Creo que se puede comenzar a negociar, pero es un proceso lento y hay quienes quieren ser independientes el año que viene. Lo primero debería ser un referéndum bien hecho o negociar un modelo de financiación más justo para todos los territorios españoles. Yo defiendo el federalismo.

-¿Cómo valora la aparición de partidos como Podemos y Ciudadanos?

-La veo con esperanza, no tanto por las ideas que puedan poner sobre la mesa, sino para instaurar un nuevo estilo de hacer política. De momento, a su favor tienen que no son corruptos. Si han tenido corrupción, han sido casos muy pequeños y han reaccionado.

-Para el 20-D, ningún partido apuesta por una candidata. ¿Basta con las listas cremallera

-Bueno, las listas cremallera son un avance. Yo creo que en política se ha evolucionado más que en otros ámbitos. Las cuotas han funcionado y se han experimentado progresos que no se han producido en el mundo empresarial, judicial o en los medios de comunicación, por ejemplo. Creo que su evolución es imparable, pero esto no quiere decir que no se deba seguir luchando. Es fácil dejar de pensar que hay mujeres en el mundo y que también pueden ocupar puestos de responsabilidad.

-¿Qué opinión tiene de las alcaldesas de Madrid y Barcelona, Manuela Carmena y Ada Colau?

-A mí me gustan las dos, cada una tiene su estilo. Creo que no lo están haciendo mal, a pesar de que han cometido errores, como todo el mundo. De momento, están gestionando bien los dos municipios y representan una línea nueva. Tienen muchas dificultades porque las dos no tuvieron un apoyo electoral mayoritario, pero sí que veo en ellas una esperanza de cambio.

-Obtuvo en 2012 el Premio Nacional de Ensayo con la obra El gobierno de las emociones

-Sí, más o menos sí. La ética la definiría como el gobierno de las emociones, es decir, la capacidad para gestionar y gobernar los sentimientos, que no quiere decir reprimirlos, que es lo que ha prevalecido, en cierta medida, en una visión de la ética muy racionalista que afirma que la razón debe situarse por encima de las pasiones. Sin embargo, si no hay pasión por las cosas, nadie se mueve. Por ejemplo, la indignación provocó movimientos sociales muy potentes que se han manifestado en proyectos políticos.

-¿Qué le parece que la nueva ley educativa excluya la Filosofía como asignatura obligatoria?

-En Alemania, país que tradicionalmente ha sido cuna de grandes filósofos, nunca ha estado como materia obligatoria. No dramaticemos. A mí lo que más me molesta es la actitud de este Gobierno, que desprecia las humanidades. Lo grave no es eliminar una materia que puede ser constructiva, sino no valorarla.