La única posibilidad razonable para que ahora se produzca una gran coalición y se eviten las elecciones sería que Rajoy diese un paso a un lado, como Artur Más, lo que posibilitara la reconsideración del PSOE de no apoyar al PP, pues podría hacerlo con la bendición de los barones y de la vieja guardia. Pero tal posibilidad es muy remota, dado que Rajoy está convencido de que la gran coalición caerá de madura tras unas elecciones en que la abstención soplará a su favor. Todo esto quiere decir que el modelo bipartidista resiste bien el embate de la ciudadanía indignada y que ni siquiera la corrupción daña el bipartidismo, quizá precisamente porque la corrupción no es solo sistémica, sino que también infecta a una buena parte del cuerpo social. Estamos abocados, pues, a otras elecciones en las que Rajoy será candidato de nuevo y solo va a tener el problema de cómo tratar a Ciudadanos, que puede ser el socio necesario y, lo que para él sería mejor, suficiente para seguir en el machito. El PSOE lo tiene más crudo pues, entre otras cosas, ha de dilucidar, quizá de forma un tanto turbulenta, si es Pedro Sánchez la mejor alternativa para resistir, que eso es a lo que esta formación puede aspirar como máximo. Ciudadanos, por su parte, con su vocación de bisagra quedará sujeto al resultado electoral y su mejor porvenir será el de muleta del PP, que es en el fondo a lo que siempre aspiró. Lo más decisivo e influyente será lo que puedan hacer las izquierdas. Si se presentan igual que en Diciembre, divididas en dos, alcanzarán un resultado similar o quizá inferior porque ayudarán a la abstención, pero si deciden presentarse unidas o coaligadas el efecto podría ser muy importante, sobre todo porque estimularían la participación electoral de todas las posiciones, es muy probable que consiguieran el sorpasso y, entonces sí, el modelo bipartidista entraría en crisis profunda. Lo más difícil para Podemos, Mareas e IU está en alcanzar, primero, el acuerdo de coalición y, segundo, en gestionarlo bien después, dados el tradicional pluralismo de las izquierdas y su endémica y a veces cainita división. Las elecciones nunca se repiten, siempre son distintas y éstas pueden serlo más.