Seguramente la propaganda de la derecha proclamará que este año fue "un tiempo perdido". Es más, este será el mantra-coartada que sustituirá a aquel de "la herencia recibida" para justificar las medidas inmediatas y los recortes que perjudicarán a las mayorías y seguirán engordando las carteras de una minoría. Al mismo tiempo veremos cómo la turba mediática pasará de explicarnos que "España está en el buen camino aunque queda mucho por hacer" a intimidarnos con que ese tiempo perdido nos ha vuelto a colocar en una situación de deterioro, que se hace imprescindible abordar con nuevos sacrificios de los de siempre. Se invocarán las imposiciones de Europa, como si Europa fueran otros y se nos dirá hasta el hartazgo "que no hay más remedio". Sin embargo, lo cierto es que en este año las cosas han cambiado mucho. Tanto porque se le ha dado al menos media vuelta al modelo político binario, ya inservible, como porque las reivindicaciones de la izquierda siguen vigentes en la calle y pueden pesar mucho más que antes en las instituciones. Y esta es la baza de la gente, de los ciudadanos más perjudicados por la gestión nefasta de la crisis y de las fuerzas de la llamada nueva política. Pero esta baza solo puede ganar algún día si estas fuerzas, razonablemente unidas y coordinadas, consiguen seguir ancladas en las aspiraciones y demandas de una ciudadanía en permanente movilización y si evitan el riesgo de ser abducidas por las instituciones hasta el punto de dejar de hacer pie en la calle. Este es el debate que estamos observando en el universo Unidos-Podemos y sus fuerzas convergentes. Debate que debiera producirse no solo abiertamente, sino con la voluntad política de mantener en equilibrio el pluralismo y la unidad. Los nuevos deben asumir ya que el bipartidismo, aunque tocado, resiste, que las fuerzas, sobre todo mediáticas, que lo apoyan se han conjurado en la defensa de la plaza, que los cambios que realmente se precisan llevarán su tiempo y que van a necesitar de una mayor presión democrática, de la movilización permanente y de trasladar esa presión a las instituciones que ya se alcanzaron. Está claro que este año ha sido, en realidad, tiempo ganado pero que se puede perder.