- Propone cambiar la Constitución para mejorar la participación. ¿Cómo debería hacerse?

-Lo más importante es que la gente se implique y no considere la política algo ajeno, que solo aparece en los telediarios. Nuestra propuesta es que los ciudadanos puedan hacer iniciativas legislativas populares que se sometan a votación popular. Por otro lado estaría el referéndum, que es el instrumento por el que los ciudadanos pueden impedir que entre en vigor una ley que ha aprobado el Parlamento. Lo bueno del referéndum es que, como existe esta posibilidad, los partidos están obligados a pactar y a buscar soluciones consensuadas.

- La gente decía estar cansada de votar cuando se repitieron las elecciones generales. ¿Multiplicar las consultas no ahondaría en este hartazgo?

-En nuestra propuesta no pedimos que se esté todo el día votando, sino que cuatro domingos al año se fijen como días para celebrar todas las iniciativas populares y referéndums que se hayan solicitado hasta dos meses antes de ese domingo. Así tenemos garantizado que esto no se convierta en un caos y, al mismo tiempo, los políticos saben que están bajo control. También habría que cambiar el sistema de elección del Congreso y del Senado para que fuese más representativo y para que el Senado representase a las Autonomías y, por último, apostamos por modificar el sistema de elección del Gobierno para que no haya gobiernos monocolores sino que los ciudadanos puedan elegir a sus miembros directamente, lo que permitiría alcanzar acuerdos y pactar soluciones templadas.

-Para desprofesionalizar la política propone suprimir los salarios de los políticos. ¿No supondría eso convertir la política en coto exclusivo de los ricos que no precisan trabajar?

-No, al contrario, y la prueba está en Suiza, donde el Parlamento de Basilea está lleno de maestros, fruteros o taxistas. Hay un montón de gente normal porque los ingresos normales los siguen generando en su vida real y lo que reciben del Parlamento es lo mismo para todos. Lo importante no es que no reciban salario sino que sigan en la vida real porque eso evita que tengan que ir planificando su futuro político y que se conviertan en víctimas del propio sistema. Si uno se mete en política y sabe que en dos legislaturas no puede salir, es probable que se comiencen a preparar las puertas giratorias u otros chanchullos.

- El diputado de la oposición que tenga que dedicar ocho hora a su negocio no podría fiscalizar igual de bien al Gobierno que el que lo hace a jornada completa. ¿No mermaría la calidad de su trabajo como cargo público?

-En absoluto, y creo que no se hace peor política en Suiza que en España. Hoy en España ya existe lo que en Suiza se llaman políticos milicianos, es decir, gente que a nivel municipal se dedica a la política junto con su trabajo. Evidentemente, a nivel nacional solo podrías dedicar a tu trabajo normal un 40 o 50% de tu tiempo, por eso las dietas deberían ser muy considerables para que la gente pueda vivir de su empleo normal con el plus que reciban como diputados.

-¿Por qué Suiza cuenta con una tradición de participación tan arraigada?

-En Suiza cuando los ciudadanos se levantaron contra la autoridad -reyes, duques...- no lo hicieron para poner a otro rey sino para asumir ellos mismos la autoridad. Por el contrario, los españoles, que históricamente han sido igual de revolucionarios, nunca hemos luchado para tener nosotros mismos responsabilidad sino para tener otra persona que nos sacara las castañas del fuego. Siempre hemos querido cambiar de pastor pero nunca dejar de ser ovejas.

- ¿Tiene sentido convocar a la gente para votar sobre asuntos complejos sobre los que pueden no tener una opinión formada?

-Para nosotros el referéndum no es que se someta a consulta algo sino que los ciudadanos soliciten la consulta. El gravísimo error que estamos teniendo ahora con los referéndums es que son consultas que convoca un gobierno por capricho sin que nadie los haya solicitado. Para referéndums proponemos el 0,5% del censo electoral, para las iniciativas populares legislativas el 1% y para la iniciativa popular de reforma de la Constitución un mínimo de un 2%. Así se garantiza que no estemos votando chorradas y que siempre haya un núcleo interesado en que eso se someta a votación. Luego sería importante que partidos, sindicatos, patronal y el conjunto de la sociedad civil, hiciesen un debate sobre esos asuntos.