El segundo curro de la Rapa das Bestas de Sabucedo sirvió ayer para medir sobre la arena la técnica y el arrojo de los aguerridos aloitadores con la yeguada más salvaje. Y es que ayer se pudo constatar que las 50 reses procedentes de A Planzadoira que llevaban una década sin aloitar elevaron el nivel de la Fiesta de Interés Turístico Internacional. La fortaleza física de las yeguas, bien alimentadas tras un invierno no demasiado riguroso, motivó que defendiesen con brío y gran fiereza su libertad y sus sedosas crines. Pero los vecinos de Sabucedo y su entorno no cejaron en su empeño de raparlas y ello motivó que la nobleza indómita de unos y otros terminase rebozándose en la arena del curro en numerosas ocasiones.

Varios aloitadores sufrieron contusiones por las que precisaron ser atendidos por los servicios médicos de la Rapa pero, finalmente, solo uno necesitó ser trasladado en ambulancia por Emerxencias de A Estrada al Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela (CHUS). También varios de los 1.500 espectadores que disfrutaban del espectáculo -haciendo la ola incitados por el speaker y aplaudiendo a rabiar la maestría de los aloitadores- necesitaron atención sanitaria al sufrir picaduras de avispas.

Las entradas, agotadas, impidieron que muchos visitantes pudiesen disfrutar de todo el curro. Pero, hacia el final, la Rapa das Bestas volvió a abrir las puertas -como ya había hecho el sábado- para que quienes hacían cola para poder entrar si quedaba libre algún hueco pudiesen disfrutar al menos durante un cuarto de hora de la noble lucha entre el hombre y la bestia.

Distintas generaciones de aloitadores se dieron cita en el foso, evidenciando que todos ellos se forjan desde su más tierna infancia y nunca dejan de sentir esa inexplicable atracción por la Rapa. "El tacto, el olfato, la vista" les embriagan sobre la arena, admitía ayer el presidente de la Rapa, Henrique Bazal, que, al estar lesionado, vivía su primera Rapa sin pisar la arena desde que recibió sus primeras nociones del arte de aloitar siendo todavía un niño.

Como a él le ocurrió entonces, ayer también muchos niños de vecinos y descendientes de Sabucedo o de su entorno disfrutaron del aprendizaje con el q ue se forjan todos los aloitadores. Siendo muy pequeños, aún en brazos de sus familiares, tocan por primera vez las crines de las reses y cuando crecen algo más sus propios padres les enseñan a apartar los potrillos de la manada para que no sufran daño alguno durante la Rapa.

Por ejemplo, el aloitador Roland Álvarez -residente en Móstoles pero incondicional de la Rapa, a la que regresa cada primer fin de semana de julio- ayudó a su sucesor, Alejandro, a apartar potrillos. A sus 9 años es todo un experto. No en vano lleva haciéndolo desde los 4.