Este año los dos principales sindicatos del país se han decidido a dar cobertura a un paro internacional de mujeres para el próximo 8 de marzo. Paro convocado en todo el mundo por el feminismo internacional que ha recogido el testigo de la huelga global que se convocó por primera vez el año pasado, desde Argentina y contra la violencia de género, bajo el lema: "Nos queremos vivas".

Se convocan ahora paros parciales de las mujeres en los trabajos, paro total en las tareas domésticas, en el consumo, en los cuidados o en los estudios y un sin fin de iniciativas movilizadoras con el objetivo de visibilizar el peso real de la mujer en la sociedad, de combatir el machismo y la violencia de género y de reivindicar la igualdad. El 8 de marzo los hombres deberían cubrir los servicios mínimos y facilitar así la movilización de las mujeres, porque a ellos y a su dignidad el asunto les afecta y mucho.

Es muy probable que en general no se perciba ese día un parón que lo paralice todo, porque para llegar a ese resultado seguramente falta tiempo y condiciones, pero es seguro que millones de mujeres en todo el mundo se movilizarán y la repercusión social y en la opinión pública será muy superior a la del año pasado, con lo que esta movilización supondrá un avance muy importante para el conjunto del movimiento feminista y un paso muy significativo en la lucha contra la concepción patriarcal de la vida.

Pocas veces un paro general está tan justificado a nivel planetario, dado que afecta a la mitad de la población mundial, que ve conculcados diaria, directamente y en todas partes sus derechos más fundamentales: a la vida, a la libertad, a la equidad e igualdad y a la dignidad propia del ser humano.

Se notará, por tanto, la movida y repercutirá favorable y más directamente de lo que pensamos en la vida concreta de millones de mujeres. Probablemente nunca una movilización social tuvo tan asegurado su éxito y nunca tantas pequeñas decisiones anónimas e individuales de millones de mujeres contribuirán tanto a ello.

Que se haga tangible el salto internacional y global de la movilización del movimiento feminista es hoy la única puerta abierta al bienestar de la humanidad y, por tanto, al optimismo y a la esperanza.