El gaditano Carlos Pacheco, uno de los pesos pesados de la industria del cómic estadounidense, fue el primer reinvitado en los 13 años de Viñetas desde o Atlántico.

–¿Recuerda cómo fue su primer contacto con el mundo de los superhéroes?

–Sí, fue en la peluquería. Para que los niños no se movieran, les daban un tebeo. Aquel buen hombre no sabía lo que hacía cuando me dio ese tebeo de superhéroes. No sabía que estaba formando mi futuro al mismo tiempo que me cortaba el pelo a la taza.

–¿Tan fuerte fue la impresión que le dio ese cómic?

–Cambió mi vida. Descubrí a unos personajes que iban vestidos con trajes ajustados, de colores… Bueno, era en blanco y negro, pero yo intuía que eran de colores porque, como la tele era también en blanco y negro, creíamos que la ficción no tenía color. Y me enganché a aquellos saltos que daban, a los escorzos, a las anatomías imposibles, a aquellas chicas con trajes ajustados… Creo que fue un número de Los Vengadores.

–¿Y ya entonces soñaba con dibujar algún día esos personajes, como ha hecho?

–Hay que tener en cuenta que vivíamos en Cuéntame (risas). No nos podíamos permitir soñar con lo que sabíamos que era imposible, y yo no me permitía ni siquiera el lujo de soñar con ser dibujante en EEUU, cosa que ahora sí que se puede. A veces vienen chavales jóvenes y me dicen ´no sé donde publicar, si en el mercado europeo o en el americano´, y yo les digo ´que suerte tenéis´. Pero esto ha hecho que luche con más fiereza y dureza para no perder lo logrado.

–¿Cuál era su personaje favorito en esos años?

–Me gustaban los perdedores. Nunca me gustaron los grandes superhéroes, como el Capitán América. Por eso prefería las colecciones con grupos, porque siempre había por ahí detrás un par de personajes que eran los que verdaderamente tenían posibilidades, como el caso de Ojos de Halcón, de Los Vengadores. Siempre fue mi favorito.

–¿Y por qué motivo era su preferido este superhéroe tan poco popular?

–Porque me gustaban los arcos, y él utilizaba uno. De pequeño me encantaban las películas de indios, de hecho tiro con arco precisamente por eso. Además, siempre se peleaba con el Capitán América, que era muy paternalista y condescendiente, como si fuera el padre de todos ellos. Ojos de Halcón era el rebelde, el más modernete, y eso me gustaba mucho más que los personajes grandilocuentes.

–Ha dibujado, entre otros, a Superman, Batman, Lobezno y los Cuatro Fantásticos. ¿Quién le falta?

–Faltan muchos. Me gustaría trabajar con Spiderman.

–Spiderman también es un perdedor, como a usted le gusta. Su vida es un desastre, sin nada que ver con Batman, por ejemplo, que es un millonario sin nada mejor que hacer.

–Es verdad. Me hace mucha gracia que, cuando se habla de superhéroes, se nombre a Batman como el más real, como si a ti te matan a tus padres y coges la fortuna familiar para disfrazarte de murciélago y patearle el culo a los que consideras villanos, acompañado de un púber vestido de colorines y enseñando las piernas (risas).

–Usted trabajó para las editoriales Marvel y DC, que en Europa son vistas como algo mitológico.

–Yo también crecí creyendo que las editoriales americanas eran una especie de Camelot, donde estaba el rey Arturo, que era el editor jefe, los dibujantes, que eran los caballeros y la mesa redonda, que era la mesa de reuniones. Pero cuando llegas allí descubres que a Camelot se le caen los muros, que el rey está un poquito borracho y que los caballeros no se pueden ver… Pero el mundo es así, y no tiene que coincidir con los que tú piensas o con lo que tú sueñas.

–Obviamente, conoció a Stan Lee.

–Estuvimos a punto de trabajar juntos. Cuando dejé Marvel, para que me quedara, me ofrecieron la posibilidad de trabajar con Lee. Pero concluí que ahora está como Hugh Hefner, que le ponen las cuatro tipas al lado y lo sacan a pasear. Ojalá me equivoque, pero dudo mucho que trabajar ahora mismo con Stan Lee sea trabajar con Stan Lee, creo que será trabajar con algún secretario de Stan Lee.