La crisis económica supuso un cambio trascendental para muchas personas. Para el donostiarra Carlos Peñalba también, porque coincidió con un momento de su vida en el sus posibilidades de progreso profesional eran limitadas, pese a que ocupaba un cargo directivo en la sede en Nueva York de una multinacional de software financiero. Eso le llevó a dejarlo todo en 2009 y lanzarse a un viaje por doce países de Asia que no solo tenía por objetivo conocer esa parte del mundo, sino además iniciar una nueva vida como escritor y fotógrafo.

"La idea de viajar estaba por lo menos en mi cabeza por lo menos desde diez años antes porque había conocido a gente que había viajado durante meses", explica el viajero ahora afincado en A Coruña, donde el miércoles presentará en la librería Arenas a las 20.00 horas el libro El año que fui nómada, en el que narra sus vivencias durante los dieciocho meses que duró su periplo, que inicialmente iba a ser de solo un año. Un viaje a Vietnam en 2002 le hizo "engancharse" a Asia por la diferencia cultural, los paisajes y la comida, así como por el budismo, en el que quiso profundizar.

"Hay países que son atractivos, como la India, pero a muchos les echan atrás por la pobreza, y otros que son muy desconocidos aquí como Birmania o Laos", comenta Peñalba sobre los lugares que visitó, de algunos de los cuales tenía un escaso conocimiento. "Para mí eso es más bonito, porque yo no sabía nada de Birmania y me costaba incluso localizarlo en el mapa, y resulta que es un país maravilloso", asegura. Su viaje comenzó en Nepal porque quería contrastar su anterior entorno urbano con las montañas del Himalaya, para lo que hizo el circuito del Annapurna durante más de dos semanas caminando 200 kilómetros. "El contraste es tremendo, yo decía que había cambiado los rascacielos de acero y cristal por los de roca y nieve", recuerda, aunque fue allí donde sufrió una importante infección que le llevó al hospital y casi a cancelar el viaje, aunque pudo restablecerse y continuarlo pero con una duración mayor de la prevista. "Si tienes una adversidad tan fuerte, después lo disfrutas más", sentencia sobre ese mal trago.

Birmania fue el país que más le impresionó. En aquel momento la situación política era muy tensa y varios gobiernos desaconsejaban a sus ciudadanos viajar allí, pero eso no le desanimó. "Es un país visualmente impactante desde que llegas porque hombres y mujeres visten faldas largas de diferentes colores y las mujeres se aplican en la cara un maquillaje llamado tanaka que sirve de protección solar y además tiene un olor a limón", destaca Peñalba, al que fascinaron los cientos de monjes budistas que recorren las calles con su túnica granate y la cabeza afeitada para pedir comida con un cuenco porque viven de la generosidad de la comunidad.

Pese a que visitó lugares donde los extranjeros son escasos, en ningún lugar apreció rechazo, sino todo lo contrario. "Hay muchos jóvenes y están en una situación de euforia y con ganas de conocer extranjeros", afirma el ahora escritor, para quien viajar solo en estos países "tiene la ventaja de que mucha gente viene a hablarte" debido a su sentido de colectividad. "En varios sitios me pidieron practicar el inglés durante unos minutos, pero a aquí se ha perdido esa espontaneidad de hablar con los extraños", señala.

Una de sus mayores experiencias fue viajar al archipiélago Mentawai, en Indonesia, un lugar remoto en el que se permite convivir unos días con las tribus indígenas, que viven igual que hace miles de años, con taparrabos y el cuerpo lleno de tatuajes. "Estuve tres días y tres noches con una familia e hice un reportaje fotográfico con ellos, vi como el hombre hacía el veneno de las flechas, el taparrabos, los tatuajes y los instrumentos para comunicarse en la selva, mientras que la mujer me enseñó cómo pescaban en la selva", recuerda de esta aventura.

Pero su viaje incluyó también las grandes ciudades como Bangkok, Kuala Lumpur, Hanoi, Saigón o Yakarta, así como un lugar tan avanzado como Japón -uno de sus favoritos-, en el que se quedó fascinado con Tokio y Kyoto, que considera "espectacular".

"El viaje me valió mucho para apreciar más si cabe mi libertad y mi autonomía", asegura Peñalba, para quien viajar solo con una mochila durante 18 meses "da una gran sensación de libertad" y le animó a cumplir su sueño de ser escritor y fotógrafo. También pudo imbuirse de budismo en dos retiros de meditación en los que permaneció diez días sin hablar con nadie, lo que le ayudó a conseguir "más claridad en la mente", sobre lo que destaca: "Cuando ves tanta pobreza como he visto en Camboya o la India, luego ves que aquí la gente se ahoga en un vaso de agua".

Peñalba recomienda el viaje como una terapia para resolver problemas y así lo ha hecho con varios amigos. "Si te quedas en tu entorno quedas enganchado a la misma forma de pensar", afirma, aunque también lo aconseja como vía de aprendizaje personal, puesto que para él es "una inversión tan importante como una carrera universitaria".