"Esto es como un hobby, tiene que gustarte mucho", dice de su trabajo José Manuel Calviño, que desde que tenía 20 años ha sido miembro de la plantilla de Protección Civil. Ahora con 53, tras haber pasado también por emergencias en Cruz Roja, es funcionario del organismo público en una segunda etapa en el servicio. Señala las directrices que deben seguir a los voluntarios y voluntarias asignados para actos, competiciones deportivas y espectáculos que se celebran en la ciudad.

Vive su ocupación tratando de equilibrar la satisfacción que le producen "los trabajos bien hechos" con los sinsabores que también conlleva la atención a las personas en situaciones de riesgo y en grandes concentraciones de público. "Yo intento desconectar al quitarme el uniforme porque hay situaciones de las que sales fastidiado y ante ellas hay que saber evadirse. Conozco casos de compañeros que lo han dejado tras pasar por una situación dura. Dicen de nosotros que hacemos humor negro de nuestro trabajo; puede ser, yo creo que es también una forma de evasión para quitarnos cosas de la cabeza", confiesa Calviño.

Reconoce este funcionario que es una "difícil" tarea lidiar con las aglomeraciones o mantener libres las vías de evacuación de los grandes recintos cuando se concentra mucho público, aunque advierte que los ciudadanos son cada vez más conscientes de la necesidad de contribuir a que no se produzcan peligros y a preocuparse más por su propia seguridad.

Calviño lo pasa mal, y se contiene con sangre fría, cuando es testigo de momentos estresantes con desenlaces indeseados, como ser testigo de un ahogamiento en la playa o de una parada respiratoria en una romería en Santa Margarita sin poder hacer nada para remediarlos. O cuando, por mucho esfuerzo que desempeñe en mantener el orden y facilitar la movilidad en citas con multitudes, "la gente pierde la paciencia y te suelta cosas que no desearías oír".

Esos malos tragos, soportados con la vocación hacia su trabajo, los compensa con "la paz y tranquilidad" que se alcanza al asistir con éxito a una persona enferma o cuando trata de calmar a un niño perdido hasta que se reencuentra con sus padres.