Nací en Vilagarcía de Arousa, pero me considero coruñés porque desde pequeño venía a la ciudad con mis padres, Jesús y Josefa, y mi hermano Juan Jesús, a visitar a mis tíos maternos, Pepe y Juana, que vivían en Monelos. Recuerdo que cuando llegaba aquí, la ciudad me parecía inmensa y que tenía muchas más diversiones y comercios, sobre todo jugueterías, que me dejaban con los ojos como platos y me hacían la boca agua, como a todos los niños.

Cuando iba a Monelos a jugar con mis primos lo pasaba muy bien con los muchos amigos que tenían, con los que también trabé amistad. También recuerdo que cuando comenzó la Televisión de Galicia participé en un concurso para estudiantes de numerosos centros que se hizo en el colegio de los Maristas.

Como me gustaba la música, aprendí a tocar la gaita y entré en la Escuela de Gaitas Abrente, de la que formé parte unos cuantos años y con la participé en actuaciones por muchas localidades gallegas. Saber tocar la gaita me valió para que al hacer la mili en Ferrol formase parte de la banda de la Armada, en la que conocí a muchos amigos. También hice mis pinitos con la trompeta y el piano, y toqué durante un tiempo con la Banda Municipal, aunque debido a los estudios fui dejando estas aficiones.

Mientras estudiaba en Santiago las carreras de Empresariales y Derecho, conocí a la que después fue mi mujer, la coruñesa Rosa Catrufo, que estudiaba allí Farmacia, y con quien hoy tengo dos hijos llamados Inés y Pablo. Ella practicó la danza y él jugo al fútbol en el Victoria y los juveniles del Deportivo.

Poco antes de ir a la mili pude hacer mi gran aventura de juventud, que fue recorrer casi toda Europa en tren durante un mes con el Interraíl, en el que para pagarme los gastos toqué la gaita en todas las ciudades por las que pasé. Fue una experiencia inolvidable que jamás olvidaré y en la que aprendí mucho a nivel personal.

Al terminar la mili aprobé unas oposiciones para entrar en el Banco de Galicia, en el que estuve trabajando varios años en diferentes sucursales, hasta que decidí independizarme y abrir mi propio despacho para desarrollar mi carrera profesional en los sectores financiero y jurídico en A Coruña y Oleiros, actividad que sigo manteniendo hoy en día.

En la ciudad conocí a muchísimos amigos con los que me sigo viendo, como Jesús, Alberto, Fran, Jacob, Julián, Óscar, Santiago, Manolo, Chema, Luisa, Catalina y Begoña, que formamos una gran familia, ya que nos reunimos todas las semanas y hacemos una ruta gastronómica por los principales establecimientos coruñeses.

Durante mis estudios universitarios, los fines de semana venía para salir con mi pandilla de amigos, de la que formaban parte Carlos, Iván, Marilín, Camilo, Jorge, Carlota y Gonzalo, con los que bajaba al centro por las mañanas, paseaba de arriba a abajo y disfrutaba de los recorridos por las calles de los vinos, en las que parábamos en La Bombilla, aunque también íbamos al Otero, el Siete Puertas o cualquier otro de la calle de los Olmos, además de a La Fundación, en la Ciudad Vieja. En todos estos lugares encontrábamos a muchos conocidos, porque siempre estaban abarrotados.

Las fiestas de la ciudad también las disfrutábamos todo lo mejor que podíamos, sobre todo las de la Ciudad Vieja y las de María Pita, cuando se montaban las atracciones en los jardines de Méndez Núñez y había orquestas y espectáculos musicales. Los bailes que más nos gustaban eran el Pachá y el Playa Club, que siempre estaban a tope, por lo que había un gran ambiente. También había épocas en las que nos gustaba más ir al cine, sobre todo en invierno, y cuando quedábamos para vernos nos encontrábamos en los soportales del cine Avenida, que fue un punto de referencia para casi todos los jóvenes de aquella época.