La de ayer fue una etapa de 170,3 kilómetros, otra jornada de transición, de siesta, que finalizó con 45 minutos de retraso sin alteraciones en la general, por lo que Alejandro Valverde dio otro paso de oro hacia Madrid.

Reaparición de Greipel, el corredor de Rostock que tenía pendiente la tercera visita al podio. Mojó en Lieja y en Vinarós, desapareció en la montaña y en Puertollano irrumpió en meta con su maillot verde de la regularidad para apuntarse su victoria número 15 de la temporada y la 77ª de la escuadra que perdona muy poco cuando hay llegada masiva.

Profesional desde 2005, Greipel, de 27 años, ganó la partida al francés William Boonnet (Bouygues) y al italiano Daniele Bennati (Liquigas), último ganador en la ciudad de la Fuente agria, donde el alemán degustó otro trago de éxito. Todos marcaron en meta 4h.50.44, a una media de 35,1 km/hora, ritmo cercano al cicloturismo de café y bocata. Pero las fuerzas, en espera de etapas atractivas, están en crisis.

Al final hubo susto. Una caída provocada por un aficionado que sacó el brazo y derribó a tres corredores cerca de meta. La peor parte, para el belga Wouter Weylandt (Quick Step) y Julian Dean (Garmin), el primero de ellos con la clavícula maltrecha.

Para los favoritos día cansado por "casi cinco horas encima de la bici", que dijo Valverde. De transición, de recuperación de fuerzas en espera de otros escenarios. Incluso de trámite. El ciclista murciano mantuvo sin problemas el maillot oro con medio minuto sobre el holandés Robert Gesink (Rabobank) y 1.10 sobre Samuel Sánchez.

Lo que tienen la mayoría de los sueños es que son mentira. Pero como soñar es gratis y el que no arriesga no triunfa, siempre hay alguien que se arma de valor para intentar una escapada. De nuevo en escena Jesús Rosendo, del Andalucía, el farolillo rojo hace dos años. Una etapa que salió de Córdoba, donde se anunció que la Vuelta 2010 saldrá de Sevilla y se estrenará la nueva roja para el líder, necesitaba un héroe soñador y andaluz que entrara con altas dosis de ilusión quijotesca en La Mancha.

El ciclista de Carmona (Sevilla) echó a rodar por delante en el kilómetro ocho. Por el horizonte dos puertos de tercera, mucho repecho y abundantes curvas. Una transición del olivo a la encina hasta Puertollano, la localidad de las dos mentiras: ni es llana ni tiene mar. El pelotón ni se inmutó ante la osadía de Rosendo, a quien nadie quiso acompañar.

Enseguida juntó Rosendo unos buenos minutos de adelanto, sobre 8. No más. La siesta del gran grupo no iba a ser como la de la víspera. Alguien puso el despertador, el Columbia de Greipel. Tocaba sprint, así que Rosendo volvió a la realidad a 18 kilómetros de meta. Final del sueño de este modesto del ciclismo. Era mentira que le iban a dejar abrazar la gloria en Puertollano, pero lo intentó, como corresponde a su manera de vivir en la carretera.

El Columbia tenía tajo: operación victoria 77ª. Manos a la obra. Los hombres del equipo estadounidense llevaban 11 días sin ganar y eso es una grave crisis en la escuadra del ausente Cavendish. Había que reaparecer por el cajón.

Esto se tradujo en 60 por hora, pelotón estirado e intrusos del Milram y del Liquigas en cabeza. Pero los de amarillo apartaron a todo aquel que incomodara a Greipel y dejaron al paisano de Jan Ullrich con el balón en los pies y sin porttero. Ahí no hay fallo posible.