En cuanto el trofeo de la Copa CERS cayó en manos de Josep Lamas, el jugador coruñés salió corriendo a brindárselo a su afición. Equipo y aficionados se fundieron en uno para celebrar el ansiado título. Los dos se lo merecían. Unos por el espéctaculo demostrado sobre la pista, los otros por el comportamiento ejemplar en las gradas. Ambos eran campeones.

El Coinasa Liceo nunca caminará solo. No lo hizo en Torres Novas, donde le acompañó una nutrida legión de seguidores que no cesó en ningún momento de animar a su equipo. Fue el grupo de aficionados más numeroso, incluso casi por encima de la del Benfica local, que en semifinales ni llenó ni tiñó de color las gradas. Y en la final contra el Blanes, la hinchada coruñesa también ganó por goleada.

"De diez", dijo Eduardo Lamas, presidente de la entidad herculina. Incansables en su aliento a los jugadores, sin su presencia el Palacio de Desports hubiese estado en silencio. Sus voces se elevaron por encima de las del resto, más que la música del polideportivo. El bombo y las trompetas completaron la orquesta sinfónica, convertida en el sexto hombre que llevó en volandas a los suyos.

Pusieron el sonido, pero también el color. Banderas de Liceo y de Galicia, pancartas, bufandas, gorros, globos y camisetas. Todo con unos mismos colores en común: el verde y el blanco, que saltaron al unísono cuando los árbitros pitaron la conclusión de la final, cuando la emoción ya era incontenible.

Final feliz para la marea verdiblanca que se desplazó a Torres Novas para ver a los verdiblancos proclamarse campeones de la Copa CERS. El sufrimiento, casi hasta el infarto, ya lo habían sufrido en semifinales contra el Igualada. Ayer tocaba disfrutar.

La aventura había comenzado el pasado sábado en la esplanada del Palacio de los Deportes de Riazor a las ocho de la mañana. El autobús, con cincuenta aficionados, partía rumbo a Torres Novas con legañas y sábanas pegadas, pero con mucha ilusión, que iba creciendo según pasaban los kilómetros y se iba acercando el destino final.

Los cánticos resultaron premonitorios: "Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos campeones, campeones de la CERS". Y con la euforia desatada, los aficionados ya pedían más. Ya se quieren cobrar su próxima víctima: el Barcelona.