El Barcelona le tenía ganas a la Copa del Rey después de tres años seguidos sin ganarla. Y vaya si se sacó la espina. El conjunto azulgrana arrasó como Atila con todo a su paso hasta proclamarse campeón. Tres partidos y dieciocho goles a favor y dos en contra. Ninguno de jugada (los dos fueron de penalti). El Vic tampoco pudo hacerle sombra ayer en la final. Perdió por 4-1 tras recibir de su propia medicina, la que le había llevado a superar al Liceo en semifinales. Eficacia y control. Acierto a bola parada y defensa. No es el juego más lustroso, pero es el que le está llevando a levantar un título tras otro. Pablo Álvarez se llevó el MVP y Eduard Lamas, lesionado, celebró el título en muletas con sus compañeros.

Entre dos equipos tan cerrados atrás y con dos de los mejores porteros del momento -Sergi Fernández y Carles Grau-, era lógico un desenlace marcado por la bola parada. De los cinco goles de la final, cuatro fueron en acciones de este tipo. Tres de cuatro para el Barça en directas. El Vic no pudo mantener las estadísticas que le llevaron a doblegar al Liceo. Falló dos directas y un penalti; marcó uno.

El partido discurrió con un guión claro. Ningún equipo iba a arriesgar. El Barcelona mandaba, pero le costaba conectar con un Pablo Álvarez. El Vic se defendía y llegaba poco a la portería contraria, pero cuando lo hacía era con mucho peligro. Panadero y Gual marcaron las diferencias. Este último forzó una falta por la que Font vio azul y Álvarez ejecutó a la perfección la directa. Con el 1-0 se llegó al descanso, con un Vic que pudo haber empatado con una directa de Font. En cambio llegó la sentencia de Panadero y otra directa de Álvarez justo después de que Ordeig fallara la suya. Ya no hubo más historia aunque sí más goles. Un penalti de Cristian Rodríguez y una directa de Lucas Ordóñez.