Este año no hay tregua en la batalla por el Mundial, aunque ayer la pelea acabara felizmente en paz. Ganó Valentino Rossi (Yamaha), inmenso recuperándose del varapalo del abandono sufrido hace dos semanas en Mugello, y lo hizo por delante de un Marc Márquez (Honda) con el que reestablecía relaciones tras el polémico final de la pasada temporada. Un saludo que también significaba una especie de reconocimiento inter pares como homenaje póstumo a Luis Salom.

Rossi, que lograba su décima victoria en Montmeló, estableciendo un nuevo récord de triunfos de un piloto en un mismo circuito en la historia del motociclismo, y Márquez, que recuperaba con su segunda plaza el liderato del campeonato, se convertían en los triunfadores de una jornada que tuvo a Jorge Lorenzo (Yamaha) como el gran perjudicado. El balear cogió el liderato en la salida, dominó la carrera durante media docena de vueltas y sufrió primero la degradación de su neumático delantero que le hizo caer hasta la quinta plaza y el tener la mala suerte de encontrarse ahí con el italiano Andrea Iannone (Ducati), un tipo inconsciente que se ha especializado en ir tumbando pilotos. Y en ello no hace distingos, pues de la misma manera en la que en la novena vuelta de ayer se llevaba por delante al vigente campeón del mundo lo había hecho en Argentina con su compañero de equipo Dovizioso.

Siendo malpensados podría establecerse una relación entre la acción kamikaze de Iannone con el hecho de que sea precisamente Lorenzo quien le vaya a desalojar la próxima campaña del garaje de Ducati. Pero sin necesidad de ser malpensados, el italiano se hace merecedor de una sanción ejemplar que evite tentaciones de ir derribando rivales. Por lo de Argentina solo le retrasaron tres plazas en la parrilla de la siguiente carrera, por lo de ayer debería ser el último dentro de dos semanas en la salida de Assen (Holanda).

Para cuando Iannone arruinaba la carrera de Lorenzo, que bastante tenía por entonces con cuidar su neumático delantero, Rossi había alcanzado el liderato tras superar a Márquez y ambos habían abierto hueco con Dani Pedrosa (Honda). El mano a mano Rossi-Márquez estaba servido; el riesgo, y el temor, a una nueva pelea como la del final de la temporada pasada, también. A cinco vueltas del final empieza el baile: ataca Márquez, aguanta Rossi. Se repite el ataque en la primera curva de la siguiente vuelta y se repite, también, el resultado. A la tercera, por fin, el de Cervera supera al italiano, quien le devuelve la jugada en el mismo punto de la penúltima vuelta...

Márquez entendió que la batalla estaba perdida y se refugió en esa segunda plaza que le devolvía el liderato, mientras Rossi recuperaba la sonrisa abandonada en Mugello con una victoria histórica que revitaliza sus opciones. Y ambos, como para borrar la inexplicable acción de Iannone sobre Lorenzo, se estrechaban respetuosamente la mano tras descabalgar de sus monturas para evidenciar que se puede ser rivales sin ser enemigos.