Ni el todopoderoso Celta, ni las lesiones de Lux y Borges, ni la salida de Sidnei, ni el minuto fatal entre el fallo de Luis Alberto y el gol de Nolito, ni la ceguera selectiva de Fernández Borbalán. Un Dépor, íntegro, pudo con todo y con todos. Su ejercicio de entereza, de reponerse y de mirar a la cara a lo que supone un derbi le permitió llevarse un punto en la adversidad y recuperar parte del halo de aquel conjunto que maravilló en la primera vuelta. El punto le acerca a una permanencia que no está certificada, ahora afronta el camino con más optimismo. Solo el parte de bajas hace ver algún nubarrón en el futuro próximo.

Arrancó el duelo levitando. La vida se ve diferente con la primera victoria en tres meses y con las alegrías que suele permitir el Celta. Los olívicos querían la pelota y los deportivistas, los espacios... y si terciaba, hasta el balón. Las decisiones previas de Víctor Sánchez del Amo no hacían otra cosa que acentuar ese vértigo que pretendía el equipo coruñés en cada una de sus acometidas. Eran aguijonazos. Todos esos ataques tenían, además, un radio de acción claro y un protagonista evidente: la banda derecha y Fede Cartabia. En torno al argentino, a las incorporaciones de Juanfran y a los pasillos centrales que buscaban Lucas y Luis Alberto, se tejían los ataques. Mosquera parecía revitalizado y Fernando Navarro, aliviado. Sidnei es también otra buena razón para ver, de repente, claros, en un 2016 de tinieblas. El Celta estaba sorprendido. Durante todo el duelo tuvo la sensación de no dominar la situación.

En realidad, quería desbordar al Dépor por las bandas. Sentar a Guidetti y apostar por Bongonda conducía a ese camino. Le faltó ritmo y temperatura en un estadio frío y que con el paso de los minutos fue tomado por un diluvio. El Celta siempre era una amenaza, el conjunto coruñés estaba a placer. Pudo llegar antes, pero no fue hasta el ecuador del primer acto que las buenas hechuras de este Dépor se tradujeron en algo tangible. Y, como no, llegó a partir de una jugada construida desde el flanco diestro.

Fede-Luis Alberto-Borges. El tico se encontró con un balón por acompañar la jugada. 0-1 y celebración a la grada. El Dépor estaba en su salsa. Al Celta se le aparecieron muchos de los fantasmas que le han atormentado en las dos últimas décadas. Fueron diez minutos a la deriva de los que le rescataron un fallo imperdonable de Luis Alberto, una maravilla de Nolito y la lesión de Lux. Fueron instantes que se podrían desgranar frame a frame por la importancia que tuvieron y, sobre todo, por lo perjudiciales que fueron para los coruñeses. El latigazo de esos sesenta segundos dieron paso a un acelerón del Celta y al valle que supusieron los cinco minutos en los que los médicos intentaron evitar la sustitución de Lux. Manu, al campo. Los últimos compases del primer acto fueron una agonía para los coruñeses. Hasta cinco saques de esquina tuvieron que achicar. Prueba superada, partido abierto.

El descanso fue una bombona de oxígeno para el Dépor, Asimiló la marcha del meta argentino y ya no se sintió tan huérfano. Volvió a sus señas de identidad en este duelo. Muy cómodo sin balón, veloz. El único problema para sus intentos ofensivos era que Lucas estaba a cada paso más solo y más cansado. El riesgo, en las dos áreas, era más latente que real.

La pena es que un duelo con tanta tensión fue desnivelado por el que menos debía hacerlo: Fernández Borbalán. Su segunda amarilla a Arribas puede ser legal. Se convierte en sonrojante después de perdonársela en la primera parte a Wass. Juez y parte. Ese contratiempo obligó al Dépor a ser un equipo en un solo sentido. Recompuso su defensa con la entrada de Luisinho por Fede y se olvidó del ataque. No le quedaba otra. El Celta sacó la artillería para apretar, no fue capaz de imponer su mejor situación en la tabla ni la superioridad númerica. Sidnei no pudo acabar el duelo y la lesión de Borges añadió más dramatismo al desenlace de un derbi con tensión contenida y mucho infortunio. El Dépor, ya con 'nueve', siguió resistiendo. No merecía perder, el fútbol le dio lo mínimo exigible en un derbi del que sale reforzado.