David Remeseiro siempre fue un chico muy seguro de sí mismo, con la autoestima muy alta y una madurez que parecía impropia de su edad.

Cuando en las inferiores del Dépor, siendo cadete, sacaron el metro para en la explicación a su baja desecharlo "por bajito". Aquel niño con la cara llena de pecas salió al Montañeros coruñés con el disgusto de dejar a sus amigos y la incomprensión de la explicación, pero con la idea de apretar los dientes para seguir manteniendo vivo su sueño de ser futbolista.

En esos dos años de juveniles no destacó sobremanera su progresión, pero su presencia en la Selección Gallega y sus actuaciones durante esas dos temporadas le sirvieron para que despertara el interés de varios equipos nacionales y extranjeros.

Fueron Igor Oca y David Salavert desde el Levante los que hicieron una apuesta decidida por él y los que llamaron a Ramiro Amarelle, que por aquel entonces le representaba, para cerrar la operación después de la final del Campeonato de España en Barcelona.

A partir de ahí redobló Jason su trabajo, dedicación, esfuerzo y constancia.

Las dudas sobre él continuaban y así pasó por Albacete y Villarreal antes de que la apuesta del Levante (ahora sí) resultase definitiva.

Jugador de excelente disparo tanto en el juego dinámico como parado, parte mejor desde la banda izquierda hacia adentro aunque ha jugado como nueve puro.

Tiene mucha potencia en la arrancada y, aunque no es un virtuoso del regate, maneja ese fundamento con criterio y es complicado quitarle la pelota sobre todo cuando llega en carrera.

Busca muy bien los espacios y es muy oportunista para llegar al remate. Aceptable juego de cabeza y buena protección del balón de espaldas... Su principal virtud está siendo esta temporada su idilio con el gol: lleva siete en 23 partidos. Ha mejorado mucho en el sacrificio y el trabajo defensivo, algo que era su Talón de Aquiles.

Una alegría más para el fútbol gallego. Lástima que una vez más, haya que irse lejos para demostrar la valía.