Asoma la jornada treinta y el Dépor sigue recomponiéndose, recostado en un diván que ya tiene desgastado. Una condena que, de momento, genera más hastío que preocupación y que, sobre todo, va erosionando poco a poco. Un interruptor en esa corriente de ida y vuelta que debería ir de la grada al césped y del césped a la grada. Un equipo incapaz de progresar. Ni más ni menos. Mientras el Dépor le da vueltas a qué le pasa, a por qué regala goles fáciles, a por qué los árbitros le siguen condenando y a por qué le cuesta marcar tanto en jugada, ha vuelto a aflorar un futbolista que llegó para ser capital y al que se le ha afeado en muchos momentos de la temporada, Carles Gil. Una luz entre tinieblas.

Con Çolak eternamente cuestionado y con los problemas que tiene el Dépor en sus bandas, resulta también incomprensible que el valenciano se haya ido al banquillo o a la grada en algunos partidos. Capacidad para jugar por dentro y para desequilibrar en banda, incluso a pierna cambiada. Fútbol al pie y cambio de ritmo en zonas sensibles. En su tierra fue el mejor, el socio ideal, el mejor complemento de Juanfran, al que le llegaban todos los balones. En su contra en este ejercicio han jugado algunas lesiones que le han cortado su continuidad y que hicieron a Garitano tirarse de los pelos cuando se cayó a principios de 2017, a pesar de que antes había remoloneado para apostar por él. Antes el vasco, ahora Mel. Había sido titular ante el Barça, desapareció en el derbi y regresó el domingo siendo un oasis en terreno árido, a pesar de la goleada. Hay señales que conviene captar.

Y no es la única. La sociedad Joselu-Andone sigue sin ser una solución a día de hoy. La gran apuesta tras la salida de Lucas se ha quedado, por ahora, en buenas intenciones. Solo el tiempo podrá decir si con trabajo y partidos pueden enraizar con relativa fuerza unos brotes verdes que, de momento, no se atisban. La confección de este Dépor y su debilidad para jugar por fuera le empujan a desplegarse con un ariete y un mediapunta para así escalonar futbolistas, abarcar metros, salvar la distancia entre líneas y construir desde dentro. No es cuestión de que un delantero sea mejor o peor que el otro, es adaptación al medio y, por ahora, el rumano, no sin sufrir, es el que mejor se ha adecuado a este contexto. Mañana tendrá una gran oportunidad ante el Granada, justo en el momento que el Deportivo más lo necesita y ante el rival que mejor se le da. ¡Cuánto se anhela su racha de la primera vuelta!

Más allá de la importancia del duelo ante el Granada, el Dépor debe buscar una reactivación inmediata del efecto Mel. Al final el técnico madrileño, más que para reinventar el fútbol o hacerle un lavado profundo de cara al equipo, llegó para cambiar dinámicas. Y en Valencia hubo demasiadas imágenes recurrentes que llevaban al pasado, tantas que hasta da reparo mirar. Hay que volver a blindar futbolística y anímicamente al grupo y que no se apaguen las llamas culé y de Gijón. La eterna reinvención.

Ese déjà vu que vivieron muchos aficionados en Mestalla es el que les haya llevado a sentirse incómodos con el discurso de Mel tras el duelo. Situaciones parecidas, mismas palabras. A muchos les recordó a Garitano, que se paraba más en las fatalidades que en las dinámicas y los males endémicos. Lo que pasa es que para el madrileño sí que fue un accidente. Es la primera vez que le ocurre algo así en A Coruña. Otra cosa son los futbolistas, a los que les faltó entonar el mea culpa con mayor convencimiento. Mel no ha tomado el camino adecuado en algunos planteamientos, pero la ansiedad y la frustración que genera la incapacidad de este grupo para progresar y salvarse en una liga de lentos no pueden engullirlo. Sin enterrar la capacidad crítica, necesita tiempo para trabajar y desarrollarse. La autodestrucción es una mala compañera de viaje.

Alerta nazarí

El Granada llega a Riazor muy tocado, pero la historia reciente muestra que en los últimos años no ha sido precisamente portador de buenas noticias cada vez que pisa suelo coruñés. Ambos equipos no se vieron las caras durante décadas, pero hay que irse a 1979 para toparse con un triunfo blanquiazul. Desde el volcánico 0-3 con la fuga de Domingos Paciência hasta el 0-1 de hace un año con el que el conjunto andaluz tomó aire, pasando por la remontada interruptus de 2015. Los datos están ahí. No son para sugestionarse, pero sí para estar alerta porque los rojiblancos, con el experimentado Alcaraz, están acostumbrados a moverse en arenas movedizas.