Cuando aterrizó en el equipo a finales de febrero, Pepe Mel ya era consciente de que llegaba a un banquillo caliente. Ocho meses después se ha convertido en el quinto entrenador despedido por el actual consejo de administración. Cinco técnicos han dirigido al equipo desde que Tino Fernández y su directiva tomaron las riendas de un club hipotecado institucionalmente por su delicada situación financiera y que por entonces luchaba por regresar a Primera División como único remedio para comenzar a enderezar la situación. Lo lograron de la mano de un Fernando Vázquez que sin embargo no obtuvo la recompensa de dirigir a la plantilla en la elite. Aquella destitución en el verano de 2014 inauguró una etapa de inestabilidad deportiva que no se ha conseguido corregir a pesar de la evolución positiva experimentada en la entidad. Los éxitos en la gestión económica no han venido acompañados de resultados sobre el césped y el equipo se ha acostumbrado a pelear por la supervivencia en la categoría ante una afición resignada que sin embargo el lunes contra el Girona explotó contra los jugadores y el ya extécnico.

Cristóbal Parralo será el sexto entrenador del conjunto deportivista en casi cuatro años y heredará el mismo desafío que todos sus predecesores con el actual consejo. Frenar la dinámica en la que se ha instalado el equipo después de un inicio de temporada descorazonador será su tarea más inmediata, pero en el horizonte aparece la necesidad de encauzar un proyecto deportivo a largo plazo. En el club hay fe en las posibilidades del que fuera lateral del Barcelona y el Espanyol por su trabajo al frente del Fabril desde que aterrizó en el filial la temporada pasada, pero no menos que la que se depositó en los anteriores.

Fernando Vázquez. El entrenador de Castrofeito se ganó el derecho a dirigir al equipo en su regreso a Primera después de exprimir a una plantilla de circunstancias en Segunda, con el club sumido en una grave crisis. Ya estaba en el cargo a la llegada del actual consejo, pero acabó destituido de manera dolorosa después de una serie de encontronazos culminados con unas declaraciones del técnico cuestionando las decisiones deportivas del club en un encuentro con aficionados. Aquel primer despido anunció lo que estaba por venir.

Víctor Fernández. Contratado como sustituto de Vázquez con el objetivo prioritario de lograr la permanencia, tuvo que vencer las reticencias de gran parte de la afición por su contratación y al mismo tiempo gestionar una plantilla con recursos limitados para mantener la categoría. Acabó despedido en abril de 2015, con el equipo fuera de los puestos de descenso, pero en una situación delicada después de un decepcionante empate en casa contra el Córdoba. Víctor Fernández ya había sorteado varios ultimátums de la directiva, que no obstante buscó en un exjugador del club la reacción necesaria para seguir en Primera y al mismo tiempo conectar con la grada.

Víctor Sánchez del Amo. Su llegada provocó un desencuentro entre la dirección deportiva y el presidente, según confirmó él mismo recientemente. La parcela técnica era partidaria de otro candidato, pero Tino Fernández prefirió al que fuera histórico futbolista de la etapa más brillante de la entidad. Logró la salvación de manera agónica y se ganó el derecho a comenzar la siguiente temporada. Con una plantilla remozada con respecto al curso anterior, el Deportivo se convirtió en el equipo revelación en el primer tramo de la temporada apoyado en el excepcional rendimiento de Lucas Pérez. Los buenos resultados de la primera vuelta llevaron al club a renovarle en el mes de enero (ha sido el único entrenador al que la actual directiva le ha ampliado el contrato), pero a partir de entonces la marcha del conjunto blanquiazul comenzó a torcerse. Las fricciones en el vestuario se hicieron insostenibles y el equipo empezó a coquetear con los puestos comprometidos de la clasificación, hasta el punto que no consiguió la salvación hasta la penúltima jornada cuando unos meses antes se pensaba en la posibilidad incluso de Europa. El desgobierno de la plantilla terminó llevándose por delante al madrileño y su sustituto heredó un grave problema disciplinario. El presidente le dio entonces las riendas a la dirección deportiva encabezada por Richard Barral para enderezar la situación y encontrar un sustituto que lograse pacificar el vestuario y encabezar un proyecto a largo plazo.

Gaizka Garitano. El vizcaíno fue el escogido por la secretaría técnica, pero no despertó las simpatías de la afición. Logró solucionar los problemas en la caseta y se ganó el respeto de los jugadores por sus métodos. Los resultados, sin embargo, nunca le vinieron de cara. Unas veces fue la mala fortuna y otras una racha de arbitrajes nefastos, pero por encima de todo pagó las consecuencias de contar con una plantilla que no se adaptaba a su ideario futbolístico. Trató de adaptarse y tuvo un amago de reacción, pero acabó destituido en febrero tras una sonrojante derrota ante el Leganés aunque el equipo estaba fuera de los puestos de descenso.

Pepe Mel. La llegada del madrileño fue decisión del presidente ante la ausencia de propuestas de la dirección deportiva y se le encomendó salvar la categoría. Su aterrizaje tuvo un efecto revitalizador y encendió el ánimo de un conjunto alicaído con ocho puntos de doce posibles inmediatamente después de hacerse cargo del banquillo. El efecto, sin embargo, comenzó temprano a evaporarse y no se percibió una evolución futbolística en un equipo que terminaría salvándose con una puntuación pobre. Con su continuidad sobre la mesa al final del curso, el club prefirió darle carrete y armó un equipo con el que lograr de manera definitiva dar el salto hacia posiciones más desahogadas. No lo consiguió y tras 24 partidos al frente del conjunto deportivista, con tan solo seis victorias, prolonga la maldición de un banquillo en el que nadie ha conseguido afianzarse en los últimos cuatro años.