Lucas vive desencajado. Ya todo el mundo sabe y percibe que está muy lejos de ser aquel futbolista de hace dos años, a día de hoy no se soporta ni a sí mismo sobre un terreno de juego. El estadio de sus sueños, el escenario de sus pesadillas. Tiene calidad, aparece algún destello, le pesa tanto su gatillazo en el regreso y la carga de la deriva del equipo que nada le sale. Bloqueo mental y futbolístico. Sí, ha fallado como líder, pero no es un desarraigado ni un insensible. La nube de fatalismo le acompaña a él y a todo el equipo. No les sobra, tampoco son tan malos. Es imposible identificar a este Dépor con aquel que arrolló al Leganés o le plantó cara al Atlético. Una involución que está llevando al equipo a la catástrofe. Ese pesar infinito del que ve el barco hacia la roca y no es capaz de levantar los brazos para coger el timón, ese pesar infinito que ya persigue al niño de Monelos y a todos.

Ese final marcado empieza a ser una mancha que todo lo impregna. Cambiar todo para que nada varíe. Una y otra vez. Falta de liderazgo. Desde el consejo de administración al vestuario. El mercado de invierno, aún sin 5, con la tercera opción para el banquilo, con Koval de Erasmus y Krohn-Dehli y Bóveda perdidos en el naufragio, exigía una enérgica ayuda externa a un problema de solución interna de la caseta. Por ahora, nada. También era una manera de preguntarse si había alguien al mando en este Dépor. La sensación que destila es que no hay respuesta ni en el césped ni en los despachos. Y la grada ya tampoco sabe muy bien qué hacer. Este Dépor, tan difícil de soportar, ni se deja ayudar.

Y al campo de batalla llegó Clarence Seedorf en paracaídas. Nadie le esperaba. Su aire de estrella del rock futbolística y el predicamento que le dan sus prestaciones vestido de corto renovaron el aire en Abegondo. Innegable, hacía falta, más allá de que Cristóbal no fuese el único culpable. Es casi el ciclo de la vida de un nuevo técnico. Rutinas diferentes, libreto propio. Quien pensase que llegaba con pócimas mágicas bajo el brazo estaba bastante equivocado. Hasta Fernando Vázquez, añorado y vara de medir de los nostálgicos, tardó un mes en ganar su primer partido. Más allá de filias y fobias, es ilógico crucificar al holandés tras una semana de entrenamientos. Tiene trabajo, debe demostrar.

Seedorf esquematizó tanto al Deportivo que prescindió de jugar al fútbol. Harto de jugadores 'fantasía', sobrevalorados -ya nadie se acuerda de Richard Barral-, la grada no le hizo ascos de entrada a la nueva realidad. Un arranque de mínimos. Poco a poco el acumulado y la falta de ideas encrespó a un Riazor con 20.000 estoicos un lunes de Carnaval y temporal. El Betis no requería tal renuncia, aunque tampoco habría sido descartable una victoria coruñesa si hubiera entrado el tiro de Bakkali o algún balón suelto en los saques de esquina de la primera parte. Ojalá sea el primer paso en falso de un reseteo que permita crecer de manera sostenida, lo de siempre. A día de hoy, parece lejos de esa realidad. El Dépor necesita ser seguro, también muchas victorias y fútbol. Se antoja imposible alcanzar la meta (ahora a años luz) con este desapego a la pelota y al mando de los partidos. La apuesta requiere más riqueza.

Çolak, el eterno retorno

Pocos partidos mejores que la final ante el Betis para haber testado a Koval al abrigo de Riazor y pocos duelos que pidiesen más a gritos a un futbolista como Emre Çolak. Podría haber desentonado defensivamente en un Dépor tan solidario, pero en un grupo bloqueado, que trata cada balón como material inflamable, la querencia del turco por el esférico, su capacidad para crecer y abstraerse de la presión eran un bien de incalculable valor en un encuentro como el del lunes. A pesar de sus déficits y sus reiterativos desplantes, los mejores momentos blanquiazules en los últimos años han llegado con él y agarrándose en la medida de lo posible a la pelota. Hay partidos ante equipos superiores en los que se puede cuestionar su presencia, pero Seedorf, gestionando un grupo maniatado por sus fantasmas, no debería guardarlo en un cajón. Cada cierto tiempo el Dépor y Emre Çolak se vuelven a encontrar. Le va a hacer falta.