Un zarpazo de Lucas a última hora, en el minuto 90, evitó un nuevo desastre del Deportivo. Con su gol maquilló la desfeita del equipo coruñés en Balaídos, donde regaló toda la primera mitad ante un Celta muy superior hasta el descanso. Pese al coraje que acabó derrochando el Dépor en la recta final, la imagen fue decepcionante, la de un conjunto plano y sin recursos. Solo dio señales de vida en la segunda parte, insuficientes como para remontar en un campo como el vigués. El Celta se dejó llevar, jugó con fuego, no fue capaz de marcar el segundo y acabó encajando un gol con el que nadie contaba para dejar escapar una victoria que tenía en la mano y, con ella, sus remotas opciones de jugar en Europa la próxima temporada.

El Dépor salió al campo a verlas venir, como tantas y tantas veces a lo largo de la temporada. Siempre imperdonable, y más en un derbi. Sin tensión estás muerto, y solo la puso el Celta. Mucho más enchufados los celestes, mordiendo, mostrando verdaderas ganas de poner el partido de cara cuanto antes con un primer gol. Lo acarició Maxi en los compases iniciales, al aprovecharse de la pasividad de la defensa coruñesa para rematar sin oposición un córner. Erró lo más fácil el uruguayo, quien cinco minutos después, en el 12, se desquitó firmando el 1-0.

Pifia gorda de Rubén al permitir que el delantero peinara el balón a gol. Otro gol regalado, como muchísimos de los 70 que ha encajado el Dépor. Un dato sonrojante, revelador de las facilidades que casi siempre le ha dado a sus adversarios. No necesitan demasiado para hacerle daño. Les basta con hacer su fútbol y esperar, porque saben que tarde o temprano el Dépor se disparará en el pie. Ayer tardó menos de un cuarto de hora en comenzar a alfombrar el camino del rival. Llegó tarde al derbi, regaló casi toda la primera parte, le costó reaccionar y acabó salvando un empate en una acción aislada. En realidad, no ganó un punto. El Celta perdió dos.

El 1-0 dio aún más alas al Celta ante un Dépor sin respuesta, incapaz de enlazar más de tres pases seguidos. Nadie quería el balón. A todos les quemaba. Difícil remontar en Balaídos sin jugar a nada. Imposible. Ni fútbol, ni tampoco brega. Solo alguna patada a destiempo e impotencia, mucha impotencia. Los de Seedorf jugaban andando, por mucho que el holandés se empeñe en defender cuánto corren sus jugadores. De paseo por Vigo, sin más argumentos que los pelotazos en largo a Lucas para tratar de generar algo de peligro. Toda la ventaja para los defensas celestes, que no sufrieron para neutralizar los contados escarceos del de Monelos.

Primera parte lamentable, de lo peor de la temporada. El 1-0 era un mal menor para el Deportivo, que pudo encajar el segundo a la media hora de juego. Çolak regaló el balón en zona peligrosa y Maxi acabó estrellándose en su mano a mano ante Rubén. Tal y como estaba el partido, lo mejor que le podía pasar al equipo coruñés era que se llegara al descanso en desventaja de solo un gol. El Celta cedió momentáneamente la iniciativa y el Dépor, a base de saques de esquina, empezó a asomarse al área rival. Solo Guilherme, con un zapatazo que rechazó Sergio, estuvo cerca de marcar. Hubiera sido un injusto colofón a una primera parte de clara superioridad celeste.

Çolak, muy impreciso, se fue a la caseta tocado y ya no volvió. Le sustituyó Valverde, que aportó más pundonor que acierto para tratar de darle la vuelta al marcador. Algo más propuso el Deportivo en la segunda parte, por lo menos en cuanto a intención. No era difícil mejorar una primera parte tan mala. Bastaba con ganar algún balón dividido y cruzar a campo contrario con cierto sentido, no solo con balonazos. Las pocas veces que lo logró le faltó profundidad y criterio. El Celta apenas sufría. No cargaba con tanto ímpetu como en la primera parte, pero tenía mucho tiempo el balón lejos de la portería de Sergio. Suficiente como para mantener al Dépor más preocupado de defender que de atacar.

El partido entraba en su recta final y Seedorf apostó Borja Valle y Andone para sumarse a Lucas en busca del gol. Los dos recambios estuvieron cerca de empatar, primero el rumano a pase del coruñés y acto seguido el berciano, con un disparo que se envenenó tras tocar en defensa. Dos claras sin recompensa con las que se desvanecían las últimas esperanzas coruñesas. Hasta que de un saque de banda, prácticamente de la nada, llegó el tanto de Lucas. Le cayó un balón en boca de gol, se lo acomodó y remató con el alma para firmar las tablas. Era el minuto 90. Quedaban los cinco de añadido. Muy poco tiempo, pero suficiente para que Albentosa acariciara el segundo con un remate cruzado de cabeza a la salida de un córner. No mereció ganar el Dépor. Como mucho, empatar.