Pasados varios días de las desgraciadas inundaciones en Sada, es el momento de analizar los hechos que provocaron que la crecida del río tras las fuertes lluvias del miércoles pasado tuviesen como resultado tan dramáticas consecuencias.

Tras un primer momento en el que todos colaboramos prestando nuestra ayuda y mostrando nuestra solidaridad con los afectados, debemos pasar a la fase de análisis para entender qué sucedió. Comprender las circunstancias y los errores cometidos para aprender de las equivocaciones y mejorar.

Por lo tanto debemos preguntarnos ¿qué causó la tragedia? ¿ha habido errores? ¿cuáles? ¿por qué se han cometido? ¿qué se puede hacer para que el error no se repita?

Es cierto que los errores no se resuelven buscando culpables, sino buscando soluciones. Pero no es menos cierto que los fallos deben analizarse para evitar repetirlos. No se trata de buscar culpables sino de pedir responsabilidades.

Al margen de los errores cometidos en los años ochenta en la urbanización de las Brañas y en la canalización del río, es preciso señalar que existen aliviaderos para evitar las inundaciones. Unas compuertas que se abren para que desagüe en el mar a través de la red de pluviales y fecales.

La apertura de estas compuertas no se debe utilizar salvo en necesidades perentorias como la que nos ocupa. Así, por el conocimiento del riesgo cíclico de inundaciones en Sada, tomé esta decisión en alguna ocasión para precaver el riesgo del desbordamiento del río.

No se trata de buscar culpables sino de pedir responsabilidades.

Responsabilidades por una mala gestión de la crisis.

Responsabilidades por falta de previsión, porque a pesar de que AEMET advirtiese de la alerta naranja por fuertes lluvias en la provincia para aquella noche, el Gobierno no tramitó los protocolos de prevención con el Servicio de Emergencias, Policía ni Obras y Servicios, como se hacía habitualmente ante estas alertas.

Responsabilidades por inacción, porque mientras que el río comenzó a desbordarse a las doce de la noche, no se activó ningún plan de emergencia hasta las 8 del día siguiente.

Responsabilidades por negligencia, porque sin tener en cuenta la alerta naranja solo había un policía local de guardia, el Servicio de Emergencias sin ningún retén, el concejal de Obras y Servicios incorporado a su puesto de trabajo fuera de Sada a las ocho de la mañana desatendiendo la caótica situación, y el ingeniero de días libres.

Responsabilidades por oscurantismo, puesto que desde el Gobierno no se dieron a conocer las complicadas circunstancias a los distintos departamentos implicados en el ámbito local, provincial ni autonómico hasta varias horas después.

Responsabilidades por parálisis y descoordinación, porque desde que se toma conocimiento de los hechos hasta que el alcalde da la orden a la Policía, al SEM y a Obras y Servicios pasan horas vitales en las que se podría haber alertado a los vecinos, retirar vehículos y otras actuaciones que minimizasen la tragedia.

Responsabilidades por hipocresía e incoherencia, finalmente, porque quienes ahora se lamentan y derivan la causa de la tragedia a las infraestructuras son los mismos que votaron en 2008 en contra de la moción presentada por el Partido Popular, ASU y PDSP para mejorar la canalización del río con los fondos del Plan E y evitar las inundaciones. Los mismos que hoy se sientan juntos en la bancada del Gobierno Local.

En definitiva, responsabilidades por la nefasta gestión del Gobierno Local durante una situación de emergencia que provocó tan dramáticas consecuencias en centenares de familias de Sada.

No se trata de buscar culpables sino de pedir responsabilidades.

Pido responsabilidades, porque de la asunción de responsabilidades derivará una mejora de gestión de quienes ahora se encuentran en el Gobierno y porque recordamos que aún existe la responsabilidad política y ética ante el drama humano debido a una catástrofe que pudo minimizarse.