Sí, como guadañas. Y si al lector le parece una exageración, como machetes o cuchillos de grandes dimensiones que cortan como cuchillas de afeitas. Talmente.

Las aletas de tiburón, adheridas a estos tanto en la estiba como en el desembarque, son como las fouces que los labradores gallegos utilizaban hace años para desbrozar los montes y que se distinguían del fouciño debido a que la fouce tenía un mango bastante más largo que permitía la utilización a dos manos de este elemento cortante de gran precisión.

He tenido la oportunidad de ver a un tiburón armado con sus aletas y, junto al impresionante aspecto del animal marino, me llamaron la atención esas aletas congeladas formando parte de un cuerpo único que, una vez descongelado, deberán ser cercenadas para su comercialización, algo que las flotas de terceros países no están obligadas a realizar y, por tanto, se evaden del evidente peligro que esas aletas significan para los profesionales de los buques dedicados a la captura de escualos.

Por si tuviese dudas al respecto, he de señalar que ahora no me queda ninguna: la prohibición de cercenar las aletas -aunque contabilizadas éstas den exactamente el número de tiburones que se desembarcan- además de generar pérdidas económicas para el sector por la competencia desleal que ello significa para los barcos comunitarios son un más que evidente peligro para la integridad de los trabajadores que operan con este tipo de cargas. El accidente está al alcance de cualquiera, máxime si se produce un ligero despiste o se pierde de vista el escualo durante las maniobras de desestiba y desembarque.

Dicen los que saben de ello que la calidad del producto disminuye notablemente. También se reduce el precio. Y enfrente, otra flota, esta de países no comunitarios, que se despreocupan de todo aquello que significa una alarma para los barcos de la Unión Europea.

Precisamente a la UE se le demanda la extensión de la normativa que aquí se aplica a la totalidad de flotas en orden a evitar el cercenamiento de aletas o finning, pero de momento la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (Iccat) se lava las manos.

Ya veremos qué pasa si estas se manchan de sangre y no precisamente de los escualos.