Que la merluza del norte baila la conga y la del sur juega al gua, mientras la cigala hace de avestruz y esconde la cabeza como queriendo no ver la que se le avecina. Que el jurel practica el Imserso, la sardina va de Fantomas y la caballa se disfraza de hombre-araña para que los pescadores se crean que en el mar crecen las ranas.

¿De verdad el Ministerio de doña Isabel se cree todo lo que ha dicho en A Coruña respecto a estas pesquerías? Y si lo cree, ¿qué es lo que le impide presentar su dimisión por incompetente? Porque si en la empresa privada se diesen los resultados que el Ministerio de Pesca ha presentado, sus responsables estarían cesados. Y con ellos, y en escala descendente, hasta el último gato autonómico con algo que ver en materia pesquera.

No, oiga. Aquí, según sus cálculos, todo está manga por hombro. Hay que recortar, todavía más, el cupo de merluza. Hay que cerrar la campaña de la sardina. Hay que desguazar más barcos y afloran millones de euros para animar a los armadores a que lo hagan (para ello se presentan datos catastróficos del estado de los stocks, que desaniman al más pinturero de los armadores). Y vamos con la cabeza gacha sin pensar en la ráfaga de aire que nos llevará el sombrero hasta la base misma del Manneken Pis.

Aquí somos más sarcásticos y decimos que llueve cuando mean por nosotros. O que los problemas se solucionarán cuando meen las gallinas.

Pues ni una cosa ni la otra. Y no son lógicas sus medidas, señores de la Unión Europea, señores del ICES, señores de las organizaciones no gubernamentales: hay peces que necesitan ser pescados porque sino se mueren, se acaba su ciclo vital. Y nuestros pescadores los detectan, los "ven", y no me digan ustedes que los marineros gallegos, por ejemplo, hablan de lo que no saben o ven lo que les interesa.

La merluza del norte va mal. La del sur, tres cuartos de lo mismo. ¿Y la del este y el oeste?

Lo suyo es la brújula. O, mejor, la rosa de los vientos.