No es todo lo que necesitan las embarcaciones de artes menores, pero es.

Por una vez, este segmento de flota ve con un poco -no mucho- de optimismo su futuro inmediato, una vez que la resolución del 13 de marzo de 2018 de la Secretaría General de Pesca establece para dicho arte una cuota inicial de merluza en el caladero nacional Cantábrico Noroeste de algo más de 715 toneladas que se repartirán linealmente por trimestres naturales. Para ello se establecen topes de captura que inicialmente serán de diez toneladas por barco y año, que no es, como digo, lo que las embarcaciones de artes menores precisan para mantener su actividad; pero mantiene expectativas que revitalizan los ánimos cada vez que uno se despierta -temprano- para arranchar y poner proa a una mar siempre incierta.

Hay poca merluza, dicen. Pero esa poca, repartida adecuadamente, prolonga la vida. Como la prolonga también esa otra pesquería que este año sorprende y que se ciñe al pulpo como objetivo.

Un joven pero veterano patrón y armador asentado en A Coruña desde hace años medita al respecto y concluye: "Pulpo no hay mucho, pero su valor actual es infinitamente superior al que registraba hace un año".

Y lo compruebo: el pulpo se cotiza alto, caro. El mismo que el año pasado alcazaba precios que variaban entre los seis y los siete euros por kilo, éste va a entre once y catorce euros, lo que facilita al pescador un pequeño colchón gracias a capturas que pueden alcanzar los 200 kilos. Es algo que alegra al pulpero, sabedor de que, con tales cotizaciones, resultará más fácil la recuperación de la pesquería si el sector es consciente de que con esos 200 kilos como tope máximo puede vivir y bien y no superar para guardar en la reserva en el caso de que el stock se reduzca todavía más.

Una tercera vía es la que facilita la captura inesperada, como la costera anterior, de cabalón, especie que, como se dice tradicionalmente, levantó la paletilla a una flota que la tenía caída y muy caída.

Es algo que algunos profesionales de la mar no entienden: aparece la caballa en aguas del Golfo de Vizcaya y de Cantabria y los barcos gallegos ponen proa a la zona con el objetivo de participar en el primer festín del año y sin esperar a que la especie migre a aguas gallegas. Pero siempre hay caballa que sobrevive. Y dada su voracidad -se come cuanto alevín encuentra en su migración- alcanza los mares de Galicia convertida en ese cabalón que sirvió el año anterior para que el sector no falleciese por inanición.

El año es muy largo para la gente del mar y ésta debe aplicar criterios muy claros a la hora de establecer sus prioridades.