"La palabra es auditiva, lo escrito son los signos. A quien no le guste la música está condenado a hablar por gestos. Esta fue una de las lecciones que mi amigo el poeta Carlos Oroza me dió en nuestro último café juntos". Emocionado y sonriente despedía ayer en la capilla ardiente el gaiteiro Carlos Núñez a su amigo Oroza. "Él no lo sabía, pero guardo libretas enteras que escribía después de cada café que tomábamos juntos", relata el músico, al tiempo que admira su "enorme sinceridad; te decía siempre lo que pensaba, sin importale quién estuviera delante".

Y es que un paseo al lado de Oroza era mucho más que una simple sucesión de pasos. "Nos veíamos por las calles... me sentía muy cercano a su sensibilidad en lo etéreo y lo espiritual. Todo lo que decía era muy interesante y muy cierto. Y me animaba mucho en mi trabajo. Y, después de estar juntos, él se iba a sus lugares y yo a los míos. Era una persona muy libre", recuerda el pintor Din Matamoro. "Le conocí cuando tenía 19 años y me entusiasmó ese idioma propio que usaba, porque el de todos se le quedaba pequeño", aseguraba el también Pintor Antón Patiño.