Ante el debate del otro día en el Congreso sobre la cadena perpetua, eufemísticamente y contradictoriamente llamada prisión permanente revisable, mucha gente habrá tenido la pulsión de proclamar: "No nos representan".

¡Ojalá no nos representaran!, porque más cierto es que este tipo de ignominiosos comportamientos cada vez nos representan más ya que es muy posible que nos estemos encanallando, unos más y otros menos, pero algo todos. La corrupción nos corrompe; la precariedad nos degrada; la insidia y la mentira, como armas políticas usuales, nos envilecen; la violencia nos vuelve agresivos. De la misma forma que la honorabilidad nos ennoblece; la solidaridad nos dignifica o la verdad nos hace libres. Es lícito que nos preguntemos, pues, qué es lo que se practica, se impulsa y se estimula desde los poderes públicos y qué es lo que se hace, se promueve, se demanda y se defiende desde las entrañas de la ciudadanía.

¿Aceptamos y tragamos esa liquidez del pensamiento y de la argumentación que escapa de los datos, de los hechos objetivos, de la búsqueda del bien público y de la razón lo más ilustrada posible? En la medida que esto sea así, nos estamos encanallando. ¿Descansan nuestras decisiones y nuestras tomas de posición únicamente en sentimientos inducidos, en intereses espurios o preferentemente en meros impulsos emocionales? En la medida que esto sea así, nos estamos encanallando.

Si el encanallamiento y la vileza impregnan nuestras decisiones y toman cuerpo incluso en nuestras leyes y normas, el punto de llegada no puede ser otro que el derrumbe, siempre violento, de nuestro sistema de vida.

Cuando la ciudadanía se moviliza y lucha por causas justas y coloca en el horizonte colectivo utopías nobles, -que no quimeras- desnuda al rey, controla el poder de los prebostes e impulsa el saneamiento y limpieza de sus instituciones, entonces cabe la esperanza, se recobra la dignidad y es alcanzable en nuestro horizonte vital un mínimo bienestar colectivo.

Pienso que a día de hoy, podemos ver así el dilema que vivimos y la lucha que nos traemos y sería muy sano que nos preguntáramos con honestidad si los españolitos no nos estaremos encanallando, como nos ha sucedido otras veces.