"Gracia en el rostro y en el andar, corazón piadoso, amiga de los pobres, y alegría en el semblante que confirma la lealtad del alma, ¿qué más puede pedirse a la coruñesa? Con razón se envanece en ser hija de su alegre ciudad; con razón dice que en la Coruña no se echa de menos a Madrid... y se funda; porque al lado de una coruñesa, ¿quién se atreve a echar nada de menos?". El que así habla de A Coruña y las coruñesas es Fernando Fulgosio en 1872, en Las mujeres españolas, portuguesas y americanas, "una descripción y pintura del carácter y costumbres, trajes, usos, religiosidad, defectos, preocupaciones y excelencias de la mujer de cada una de las provincias de España, Portugal y Américas españolas".

Fernando Fulgosio, arqueólogo, historiador, geógrafo, escritor y periodista, nacido en Madrid en 1831, pertenecía a una familia gallega de militares originaria de Ferrol, como dejará acreditado en sus escritos sobre las mujeres gallegas, pues deja patente su debilidad por las ferrolanas, como su madre, por mucho que encumbre a coruñesas y compostelanas.

"Si la ferrolana es prototipo de la gracia, y la coruñesa lo es del buen gusto, al lado de ellas podemos poner a la santiaguesa, prototipo del señorío", escribe Fulgosio en la obra mencionada.

Y lo explica de este modo: "La Coruña, por el comercio y altos empleados, y el Ferrol, por la marina, se hallan más en continuo trato, digámoslo, con el mundo. La hija de Santiago vive vida quieta y apartada. Hay en ella siempre cierto noble recuerdo del pasado que la sienta de maravilla y como que llena su hogar de aquel señorío, casi del todo olvidado en los tiempos presentes", que no son otros que los del Romanticismo.

Fulgosio, del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, colaboró en las publicaciones más importantes de su época y puso letra a Pedro Madruga, una zarzuela con música de Marcial del Adalid. Murió en Ourense en 1873, con 42 años, después de haber escrito una serie de crónicas de viajes por España.

"La Coruña -afirma en Mujeres Españolas- es una de las ciudades en que la raza se halla mezclada, pues hay no pocas familias catalanas; otras, de origen vascongado; muchas, en especial desde estos últimos años, castellanas, como los mismos apellidos indican; y por último, gran número de empleados, oficiales de la guarnición y de artillería, muchos de los cuales se casan, y aún quedan avecindados por aquella hermosa comarca de Galicia, todo lo cual da notable variedad a la población, en cuyo tipo físico no deja de influir el cruzamiento, cosa que se advierte de indudable manera en Ferrol", dice tras haber exaltado la "hermosura de alma y cuerpo" de las ferrolanas.

A la menor oportunidad, Fulgosio aprovecha para comparar una y otra vez: "Desde luego la coruñesa es un tipo especial. Eslo aparte de la ferrolana. Lo mismo podemos decir de la santiaguesa".

Sostiene que las relaciones "casi diarias" entre A Coruña y Madrid "hacen que la alegre ciudad venga a ser, en nuestra región del Noroeste, verdadero reflejo de la corte. En el vestir y en el trato -añade- muestran las señoras coruñesas tal agrado y buen gusto, que hacen se pase el tiempo a su lado, como suele decirse, sin sentir".

Y no podía menos que homenajear a las cigarreras: "Graciosa, y un tanto parecidas a las de Madrid, es la cigarrera de La Palloza, gran fábrica donde se emplean miles de mujeres", pero también tiene palabras para las modistas, "bastantes numerosas ya en La Coruña", y para la mujer del pueblo, "temible si ocurre alguna quimera en la plaza, y sobre todo en la fuente", cuando otra se le adelanta en la cola. Entonces, dice, "votos, blasfemias y toda suerte de malas palabras no son sino anuncio de una tempestad".

Un pueblo que da heroínas como María Pita, "¿qué más puede esperar?", dice refiriéndose a la ciudad herculina y de Galicia: "María Pita resume, en verdad, por esposa y heroína, las más puras y nobles calidades de la mujer gallega", escribe Fulgosio, quien da cuenta también de la eterna rivalidad entre A Coruña y Santiago: "Dice la noble y veneranda Compostela que ella debería ser la Cabeza de Galicia, como en otro tiempo lo fue, aun en cierto sentido de la mayor parte de España. La Coruña alega la posesión, no solo presente, pero de tiempos también antiguos, y como tiene de su parte la ventura, se da por satisfecha, no sin morder de vez en cuando a Santiago. Ésta, como más agraviada, dice que tiene razones para quejarse doblemente, y de aquí la amistad un si es no es tibia entre las hijas de ambas poblaciones". Ninguna tiene razón, señala, "mas la coruñesa, hija de puerto de mar, donde hay Gobierno Civil, Audiencia y Capitanía General, Maestranza de Artillería y otras muchas cosas, tiene no pocas ocasiones de divertirse, que a la santiaguesa le faltan".

Pero, ante las ferrolanas, no se contiene: "La hija de Ferrol lo es, ante todo del Departamento", "tiene puesta la cabeza en la marina" y le gusta gastar: "Hecha como está a que su pueblo viva en relación directa con el Gobierno central, no puede decir que todo va bien sino cuando se paga puntualmente y como es debido".