David Alayón fue hasta hace un mes el director de innovación del grupo Inditex y acaba de crear una incubadora de start-ups bautizada como Innuba. Es un experto en los cambios que vienen fruto de la digitalización.

-¿ Cómo van las empresas españolas en el camino de la digitalización?

-Llevo bastante tiempo en esto y al principio tuvimos que evangelizar mucho con este tema. La digitalización se confunde bastante con un cambio tecnológico, se vincula a coger procesos que había en ese momento y pasarlos a digital utilizando alguna herramienta. Pero para digitalizar debe haber una fase previa inicial en la que haya un cambio cultural de la compañía acompañado con un cambio de mentalidad de las personas y una mejor capacitación. Ha habido una etapa en la que no se sabía muy bien lo que era la digitalización y se han dado muchos palos de ciego incorporando diversas herramientas y probando varias historias, y todo fallaba porque las personas no cambiaban. Ahora se empieza a entender lo que es, pero desde hace relativamente poco tiempo.

-¿En qué momento se produjo ese cambio de mentalidad?

-Suele ocurrir cuando hay algún tipo de crisis, que son las que sacuden realmente una organización. Pero cambiar en época de crisis es lo peor que te puede pasar, básicamente porque no tienes tiempo de probar y fallar, no tienes tiempo de innovar, tienes que ir a sobrevivir. Incluso así, hay muchas empresas que no cambian de mentalidad.

-¿Por qué esa resistencia cultural al cambio?

-Al final una empresa es un vehículo que nace para encontrar un modelo de negocio y mantenerse. Por lo que toda la arquitectura que se crea alrededor lo que busca es mantener la empresa a flote y quizá evolucionar, pero de forma continua y basada en pequeños cambios. No en uno disruptivo. La propia compañía tiene unos anticuerpos que hacen que cuando la innovación entre se rechace porque va en contra de la propia evolución de la organización. Las start-ups nacen en un contexto de total incertidumbre, por lo tanto, eso ya está incorporado al ADN. Nunca están cómodas en un sitio.

-¿Hay una burbuja de start- ups en España?

-Sí. La cultura del emprendimiento es algo muy interesante que no solo tiene que ver con lo que es montar una empresa, tiene que ver con la proactividad, las inquietudes y la filosofía que hay alrededor. Lo que ocurre es que se ha potenciado la creación de empresas porque está de moda y porque crea una especie de círculo virtuoso. Se atrae el interés de grandes empresas o inversores, se invierte dinero y vuelta a empezar. No hay posibilidad de que todas las start-ups triunfen, es imposible. Pero la propia cantera de gente que generan las start-ups son profesionales muy interesantes para incorporar en las áreas de innovación de grandes empresas. Ya tienen un aprendizaje muy transversal. Pero, evidentemente, es un boom.

-¿Falta conexión entre la empresa y la Universidad?

-En otros países es el mundo de la empresa el que define los puestos o las habilidades más demandadas y, por lo tanto, hay un flujo constante. En España, la Universidad y la empresa están más separadas. También es verdad que hay muchos cambios y las personas que van ahora a la Universidad acabarán trabajando en puestos que aún no existen.

-¿Llegará un momento en el que solo trabajen los robots?

-Hay mucho debate con eso. He estado muy metido en proyectos de automatización o robotización y te das cuenta que esto puede llevar a lo que vemos en las series de televisión, que son futuros totalmente distópicos, o llegar a un momento de utopía en el que los robots van a descargarnos de trabajos poco deseables por los seres humanos. Algo que no puede cubrir una máquina son los trabajos relacionados con la empatía, como pueden ser los ligados con la enfermería o los cuidados a mayores. Eso va a ser muy difícil que lo cubra una máquina. Ese tipo de trabajos se van a revalorizar y serán los que tengan más demanda.

-Aun así, mucha gente se quedará en paro.

-Por la propia mentalidad cortoplacista se va a dar una robotización masiva que va a hacer que mucha gente se quede en el paro. Y esto se puede visualizar e influir en ese futuro tomando medidas para recapacitar o recolocar a mucha gente. Eso no lo puedes hacer cuando lo tienes de frente y ya no tienes tiempo para reaccionar, se necesita una visión más holística.

-Parece que ese debate no está abierto.

-La industria está apostando por la robotización y hay debates internacionales, pero está llegando y a una velocidad que es imparable.

-Había quien proponía que los robots cotizaran.

-Bill Gates tenía la teoría de que si un robot sustituye el trabajo de cien personas que tenga que cotizar como si fueran cien personas para contribuir a la sociedad. Hay un futuro totalmente utópico en el que hay una línea base masiva de robots que hacen todas las tareas y que crean abundante riqueza para el resto de la población. Eso daría la posibilidad de generar un salario base universal.

-¿Qué límite tiene la inteligencia artificial?

-No tiene límite. Está la inteligencia artificial narrow (estrecha), que es la que tenemos ahora y que es la que usamos cuando hacemos una pregunta a Siri o a Google Assistant. Poco a poco se ha ido ampliando a una con memoria, que es la que utilizan los coches autónomos, por ejemplo, cuando tienen otro vehículo a su lado. Tienen que recordar que está ahí para evitar un accidente. Pero es una memoria que tiene un factor temporal muy pequeñito. Al siguiente salto no se ha llegado todavía y sería la inteligencia general, en la que la máquina sería capaz de responder a cualquier cosa. El último salto, que ya es algo muy futurista, sería que la máquina tuviera autoconsciencia. Es lo que pasa en películas como Her o Ex machina.