Enrique J. de la Rosa Cano, investigador científico del CSIC en el Centro de Investigaciones Biológicas y presidente de la Asociación Española de Científicos, es impulsor de iniciativas como Ciencia con chocolate.

-La pseudociencia se cuela por todos los rincones. ¿Cómo podemos defendernos de ella?

-¿Son necesarias las vacunas? ¿Son efectivos remedios como la acupuntura y la homeopatía para tratar enfermedades? ¿Son dañinas las radiaciones electromagnéticas? ¿Son peligrosos los alimentos transgénicos? Es imposible tener un nivel de conocimiento suficientemente alto como para poder distinguir lo que está sustentado por evidencia científica de lo que no lo está. Es necesario incrementar la cultura científica de la sociedad y cultivar el pensamiento crítico. Es una labor de lluvia fina. La formación en ciencias de la escuela y los institutos debe atender más al método científico, sin quedarse meramente en contenidos.

-¿Internet y sus múltiples cauces son una ventaja o un obstáculo a la hora de difundir el saber?

-La red es una herramienta inigualable para llegar a miles de millones de personas. Como ha llegado para quedarse e, incluso, nos deparará sorpresas en el futuro, no podemos satanizar la herramienta, sino aprender a usarla para aprovechar sus ventajas y evitar sus problemas. Es verdad que a día de hoy los bulos circulan más rápido que las verdades complejas. Hay que adaptarse a la dinámica de la red, no muy favorable a la información enciclopédica. Pero se pueden dar píldoras de información rigurosa y veraz en casi cualquier formato de los empleados en las redes sociales. Incluso para los investigadores científicos es la mayor fuente de documentación e información; eso sí, siempre buscando fuentes contrastadas.

- ¿Quedan muchos avances por ver en el campo de la Biología?

-Para responder a esta pregunta necesitaría todo un número de su diario y la ayuda de colegas de otros campos. Yo suelo hacer una pregunta cuando doy una clase de máster relacionada con mi tema de trabajo: ¿Hay más enfermedades con tratamiento o aún no tratables? La respuesta a esta pregunta ya se la imagina. Nos hace vislumbrar el atractivo campo de la medicina personalizada, terapia génica, terapia celular, medicina de precisión, que aún está en mantillas y que plantea no solo retos científicos y médicos, también sociales y económicos.

-La gran meta del hombre es combatir la enfermedad. ¿Será posible en un futuro?

-A lo largo del siglo XX se ha duplicado la esperanza de vida media, en gran parte gracias a medidas como la potabilización del agua y las medidas de higiene en todos los ámbitos, el desarrollo de los antibióticos y las vacunas. Y, lo que es más importante, ese aumento de vida media ha incidido principalmente en los años libres de enfermedad. Es decir, ha sido posible. ¿La cuestión es hasta dónde podremos llevar el límite? En la pregunta anterior ya he indicado el camino, la conjunción de la medicina personalizada con contribuciones de las ciencias sociales y humanísticas.

-¿Hacia dónde se orientarán?

-Es cuestión de tiempo y de inversión en investigación el avanzar en ello, por lo que, si me permite matizar la pregunta, creo que debemos ir pensando en que la gran meta de las personas es el vivir una vida plena.

-¿Qué le llevó a desarrollar una faceta divulgadora?

-El primer detonante fue un curso de la Fundación Duques de Soria. En el verano del año 2000 participé como ponente en un curso de verano de la Fundación. El tema, Degeneraciones retinianas: de los genes a la terapéutica. Mi charla fue la primera del curso, posiblemente porque nuestra investigación era de las más básicas entre las realizadas por los distintos ponentes. Hablé de nuestros estudios sobre muerte celular programada durante el desarrollo de la retina. Y en el turno de preguntas un asistente me sorprendió con una que nunca antes me habían hecho. Era una persona afectada por una degeneración de la retina. Se levantó de su asiento y, tras alabar nuestros trabajos, me preguntó si alguna vez a lo largo de mis investigaciones había pensado en los afectados.

-Y eso le hizo pensar...

-Mi respuesta fue larga. Hablé de la necesidad y del valor de las investigaciones básicas. Le expliqué que muchas veces es a partir de investigaciones sin aparente aplicación de donde surgen las mejores ideas para desarrollar una posible terapia. Dije muchas cosas. No sé si le convencí. Lo que sí sé es que él me convenció a mí. Acabé reconociendo que no, no había pensado en los afectados, y le prometí que empezaría a hacerlo.