Pese a la repercusión que tuvo en la época y lo dramático de su desenlace, los sucesos del 30 y 31 de mayo de 1901 de A Coruña cayeron prácticamente en el olvido de la historiografía gallega y, hoy, tan solo un austero memorial de piedra en el cementerio de San Amaro -erguido en 1906 por las sociedades obreras de la época- combate la desmemoria de la tragedia.

A Coruña, a inicios del siglo XX, vivía tiempos difíciles. La convulsión social de la época se vio agravada en una ciudad portuaria que pagaba las consecuencias de la caída del tráfico marítimo tras la pérdida de las colonias españolas en las Antillas. Las protestas y sindicación obreras iban también en aumento.

Fue en este contexto en el que el 29 de mayo de 1901 los trabajadores de la empresa concesionaria de consumos, destinada en la época a cobrar una tasa indirecta sobre los bienes básicos, iniciaron una huelga para reivindicar una subida salarial, conquistada dos meses antes con otra huelga que acabó en acuerdo, a los empleados de mayor categoría de la compañía. Según el historiador Gérard Brey, la propuesta de la empresa a este segundo paro fue posponer la huelga 72 horas, algo a lo que los empleados se negaron temerosos de que en ese tiempo la empresa trajese desde Madrid a un grupo de esquiroles que substituyese a los huelguistas.

En la tarde del jueves 30, y según cuentan las crónicas de la época, se organizó una manifestación de cerca de 1000 personas en el fielato, la oficina en la que se abonaban las tasas, próximo a Cuatro Caminos. La respuesta de la Guardia Civil allí presente fue la de abrir fuego, asesinando a Mauro Sánchez, vecino de Monte Alto de 34 años de edad.

La respuesta política de Gobernador Civil fue la de desplegar por la ciudad a la Guardia Civil y al escuadrón de caballería de Galicia y declarar el estado de Guerra en toda la provincia. Al tiempo, las sociedades obreras, reunidas en la noche del 30 de mayo, acordaban convocar una huelga general -según los historiadores, la primera del movimiento obrero gallego- desde el 31 de mayo al 2 de junio. El paro tuvo repercusión en toda Galicia. El diario pontevedrés El Áncora lo relataba así en su número del 3 de junio: "Todos los comercios de La Coruña están cerrados . Los panaderos no trabajan y los aguadores impiden a las criadas que surtan agua para las casas en las que sirven. Los obreros llevan lazos negros en señal de duelo".

Ya el día 31 de mayo, según recoge el historiador coruñés Antón Capelán, un choque entre las tropas de infantería y los trabajadores en huelga en la Calle Real supuso la muerte de siete personas, la mayoría obreros: Francisco García Lodeiro, aserradero de 35 de años de Mabegondo; Benita García e Manuela González, sirvientas del Hotel Francia que presenciaban los sucesos cuando una bala las mató; Josefa Corral, muerta mientras observaba sentada los disturbios desde su galería en San Andrés; Antonio Bruno, aguador; Jacobo García, zapatero; y Antonio María Veiga, carpintero. A las horas, la huelga se desconvocó llegando a estar encarcelados en julio 104 obreros.

Hoy, el recuerdo de aquellos hechos que llegaron a oídos de toda España descansa, escondido, en un rincón del cementerio de San Amaro a la espera de ser descubierto por algún curioso de la historia.