En una década, mueren tres clásicos del siglo XX: Ginastera (1983), Copland (1990) y Lutoslawski (1994). Los tres tuvieron problemas de carácter político: Ginastera, con las dictaduras argentinas; Copland con el macartysmo; y Lutoslawski con el régimen soviético ruso. Y todos ellos experimentaron una evolución importante en su música. Si exceptuamos la breve partitura de Copland -con brillante escritura para metales y percusión que puso de relieve el alto nivel de estas secciones de la OSG-, las otras dos obras no resultan de fácil escucha. Una y otra dan muestra de inteligentes combinaciones tímbricas; pero con frecuencia más parecen dirigirse a la cabeza que al corazón del oyente. Asier Polo, violonchelista de muy alta categoría, realizó una espléndida versión de la difícil obra concertante de Ginastera con un violonchelo de maravilloso sonido, especialmente en los agudos: un Francesco Rugieri de 1689. Su bis fue una verdadera ampliación del concierto: Preludio-Fantasía, primer movimiento de la Suite para violonchelo solo, de Gaspar Cassadó. La OSG realizó un excelente concierto, dirigida por Andrés Salado. El joven director causó una excelente impresión ante un programa de evidente dificultad; no parece difícil augurarle una notable carrera.