Antes de que los muelles interiores -Batería, Calvo Sotelo y San Diego- queden liberados de su actividad portuaria, la ciudad tendrá la oportunidad de pensar qué quiere hacer en esos terrenos recuperados, una discusión que, si bien se ha puesto encima de la mesa, todavía carece de conclusiones.

El ejemplo de Bilbao es uno de los espejos en los que el Concello ha decidido mirarse, una ciudad sumida en una gran crisis, en los años ochenta, con tasas de paro insoportables para la población que decidió que la oportunidad de salir del hoyo la tenía la limpieza de la ría y un futuro construido a partir de sus aguas ya saneadas.

El exalcalde Bilbao Ibon Areso explicó hace dos semanas en su charla en el foro Tecendo litoral, que, para diversificar sus oportunidades de negocio, podían apostar también por el turismo que generan la arquitectura y los edificios singulares, así que, está su emblema, el Guggenheim, obra del arquitecto canadiense Frank Gehry, pero también otros inmuebles de viviendas y servicios de destacados profesionales.

Arquitectos, urbanistas y profesores reflexionan en este reportaje sobre la importancia de tener un edificio con firma en este espacio liberado, de si es o no una buena estrategia para dotar de sentido y contenido a los antiguos muelles.

Para el arquitecto Luis Collarte, el encargado de la reforma de O Parrote y la Marina, lo más importante para que esta reconversión de los muelles salga bien es que lo que se haga "sea sostenible económicamente".

"Si algo no es rentable económicamente no merece la pena construirlo", comenta Collarte, que asegura que aprendió esa máxima cuando colaboró con el arquitecto japonés Arata Isozaki, en la construcción de la Domus. Uno de los edificios emblemáticos de la ciudad.

En la misma línea se manifiesta el expresidente de la delegación coruñesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia y profesor de construcción, en la Universidade da Coruña, Carlos Pita, que cree que es "absolutamente innecesario" construir un edificio que destaque por la firma de su autor.

"La enseña de la ciudad es la Torre de Hércules. Las enseñas las hace el tiempo, el saber popular y no las firmas ni el marketing", argumenta Pita, que va más allá del tema planteado, porque aboga por que los muelles interiores no pierdan su actividad portuaria.

"El puerto es la razón histórica de esta ciudad. A Coruña debe seguir oliendo y sabiendo a puerto. Es su futuro y su presente ", explica y recuerda que la lonja de A Coruña "es una de las más importantes de Europa en pescado fresco", por lo que considera que "el puerto ha de continuar siendo puerto".

También Luciano G. Alfaya, del estudio MMASA y codirector del proyecto A cidade dos barrios, cree que un edificio puede ser "icónico" no solo por su imagen sino por "sus valores sostenibles o por su calidad constructiva" o porque responde a las necesidades de la ciudad.

Para los profesores Xosé Manuel Casabella y José Ramón Soraluce, es importante "conocer" qué es lo que hay en los muelles interiores, saber cuál es su valor arquitectónico para recuperarlo e integrarlo en los futuros usos de los terrenos liberados.

Defienden que es una manera de que la ciudad no pierda su memoria. "No hablo solo de las naves sino también de las máquinas y la grúas. Estos elementos son perfectamente incorporables a una ciudad moderna", explica Casabella, que cree que la liberación de los muelles es una "oportunidad" para la ciudad, un buen momento para ver qué necesidades tiene y si estos terrenos pueden solucionarlos y cómo. Pone, por ejemplo, la falta de vivienda de promoción pública, eso sí, cree que no se puede dejar de lado, en ningún caso, la conexión de este desarrollo urbanístico con el centro, ya sea en superficie o bajo tierra.

La decisión de los usos y de las construcciones que puedan ocupar los terrenos liberados tienen que ser decididos "democráticamente", según defiende Carlos Pita, que aboga por "la intervención consensuada y leal de todas las instituciones públicas y privadas mirando por el bien común, no por la resolución de problemas coyunturales de unos pocos". Pita considera que, antes de meter máquinas en los muelles que impliquen cualquier cambio en el espacio, es necesario "hacer una reflexión profunda, sin urgencias", para evitar caer en malas prácticas, entre ellas, que "tres amigos" hagan negocio con esta operación.

Con la experiencia de la crisis económica en la memoria y con el recuerdo de los pelotazos urbanísticos que se dieron en la ciudad y en la comarca, los profesionales se muestran cautos y piden colaboración y control de las administraciones para que esto no vuelva a ocurrir. Alfaya pone el foco también en la necesidad de planificar con tiempo y en que prime el espacio público frente a las edificaciones.

"Si se llega a hacer un edificio, su uso debería pensarse para ayudar a equilibrar la ciudad, no únicamente en clave turística o para generar un polo de atracción", concluye Alfaya, que cree que cualquier intervención en los terrenos liberados tiene que "dar respuesta" a una necesidad de la ciudad.

Y es que, muchos de los arquitectos entrevistados coinciden en que un edificio, por sí solo, no cambia nada en una ciudad, por muy famoso que sea su creador o su creadora. Y señalan, entre otros ejemplos, al edificio Alas de Gaviota de Palexco, diseñado por Ricardo Bofill, una estructura que estaba llamada a ser el "Guggenheim coruñés" y que fue perdiendo significado con el paso de los años.

"Todos los arquitectos somos de renombre", bromea el catedrático de Arquitectura José Ramón Soraluce Blond, que duda de que "la fama tenga que ver con los resultados". "A veces se contradicen", zanja.

Un palacio de congresos y un centro comercial reconvertido en contenedor de discotecas y bares. Unos espacios con poca relación con su entorno y el medio. "Es un edificio que se volcó en sí mismo y, quizá por eso acabó por no funcionar", comenta el arquitecto José Antonio Franco Taboada, que apuesta por hacer "edificios y no esculturas" y, sobre todo, por planificar antes todo lo que se va a construir, como se hizo en Buenos Aires y también en San Francisco, que carece de edificios significativos pero que es "funcional".

Inevitablemente, el nombre de Bilbao se mete en la conversación con los arquitectos, porque, según explica Alfaya, no se limitó a actuar sino que "planificó con tiempo" y aún ahora sigue ejecutando fases de ese proyecto inicial, que incluía la construcción de 5.500 viviendas y que tiró de plusvalías para financiar las actuaciones.

"Es un suelo situado en una zona estratégica, tiene una rentabilidad y un aprovechamiento muy grande. Lo único que me interesa de este problema es el conocimiento del patrimonio construido que hay en este espacio. No tenemos ningún inventario de la arquitectura que existe en este espacio y, por ello, desconocemos su valor", explica Soraluce Blond, que apuesta por que "las naves, las grúas y las máquinas" se integren en "la ciudad moderna". Considera que merecen un respeto, porque forman parte de la arquitectura industrial y del pasado de la ciudad, además, según explica, no es nada nuevo, silos industriales como los del puerto coruñés recibieron una nueva vida en otras latitudes.

"El objetivo no es hacer tabla rasa para aprovecharse del terreno de una manera exagerada, sino reutilizar y utilizar como elementos de referencia estas arquitecturas que pueden quedar y que han existido en el puerto a través de toda su historia", defiende Soraluce Blond.

El expresidente de la delegación coruñesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia Alberto Unsáin tilda de imprescindible la "colaboración interinstitucional". "No puede haber una guerra permanente", explica y pone como ejemplo Bilbao, que "empezó con 1,8 millones de euros y acabó gestionando para la ciudadanía 1.000 millones de euros" a través de las plusvalías.

Para ello, Unsáin incide en que ese dinero debe invertirse en "solucionar los problemas de la ciudad", teniendo siempre como base el plan general, redactado por Joan Busquets. "Lo más importante en el muelle de San Diego es la movilidad para vertebrar el área metropolitana. Lo fundamental que necesita A Coruña es resolver la comunicación de cercanías, a San Cristóbal llegará el AVE y nos comunicará con Madrid y con Valladolid, pero para eso hace falta dinero y el dinero se consigue generando plusvalías. No hay que tener miedo a vender si se hace con transparencia y el beneficio se reinvierte en la ciudad", concluye Unsáin.

Y vuelve al plan Busquets para dibujar el futuro de la ciudad. "Parece un proscrito y es un gran urbanista, que propone una idea muy interesante para Batería que es soterrar el tráfico en Avenida do Porto hasta la plaza de Ourense, para que los jardines de Méndez Núñez se prolonguen hasta la lámina de agua, sin ninguna barrera vial. Incluso, se habló de la opción de comunicar los dos mares [el Orzán y la Marina] a través de senderos peatonales", describe Unsáin, que aboga por hacer realidad este proyecto a costa de vender algunos terrenos liberados.

"La torre Iberdrola, en Bilbao, tiene 41 pisos, es una obra de César Pelli, que es un gran arquitecto, pues a mí me parecería lógico e interesante aglutinar toda la edificabilidad de San Diego en un solo edificio y liberar todo lo demás", comenta Unsáin, que se muestra favorable a realizar un concurso internacional para diseñar ese hipotético edificio gigante.

El expresidente de la delegación coruñesa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia José Manuel López Mihura, de Mihura&Romero&Rey, cree que es más importante en estos casos "hacer ciudad" que generar "hitos".

"Tenemos la gran oportunidad de convertir este espacio en singular, atractivo, amable y bien diseñado. Lo que querríamos todos es que estos espacios fuesen abiertos, ajardinados y, en la mayor medida posible, públicos, aunque mucho me temo que habrá que reservar un espacio para vivienda", dice M ihura, que defiende que los edificios públicos tienen que tener "presencia" y que las viviendas no pueden "erigirse en elementos significativos", sino que se tienen que limitar a "hacer ciudad".

"Yo creo que tiene que haber edificios significativos pero que tienen que ser bellos, funcionales, representativos, atractivos y, sobre todo, públicos", resume Mihura, que se basa en que la ciudad tiene muchos edificios singulares, no solo la Torre de Hércules sino también los museos científicos, que podrían tener su continuidad en este espacio. Mihura recalca, sin embargo, que un edificio de un arquitecto no soluciona nada si no tiene contenido y si no viene respaldado por una buena planificación y, sobre todo, de un buen concurso, con las bases muy bien pensadas.

"Hay muchos ejemplos que no acaban en elementos tal y como querría la ciudadanía, hay oportunidades perdidas en la ciudad. En Palexco, por ejemplo, falló el tipo de concurso, porque no fue de ideas sino de diseño, construcción y explotación, por lo que entraban en liza factores económicos", explica Mihura.

Al arquitecto Franco Taboada, como a la mayor parte de sus compañeros, no le "convencen mucho" los edificios singulares, aboga por un urbanismo "que se integre en la ciudad y que resuelva problemas", explica.