La cara más absurda y siniestra de la vida vuelven a encontrarse en la nueva obra de José Ovejero, Mundo extraño. El autor, conocido por el tono trágico de sus escritos, regresa tras diez años a los libros de cuentos con un compendio de relatos "sobre la fragilidad humana", que presentará hoy a las 21.15 h en la carpa grande de la Feria del Libro.

- Da la sensación de que en esta obra se ha liberado como autor.

-Sí, es algo que está creciendo desde hace un tiempo. En mis últimos libros ha habido una evolución que va en ese camino de la libertad, de escribir sin respetar los cánones.

-En sus otros volúmenes de cuentos apostaba por el realismo. Aquí se inclina por lo exagerado. ¿Hasta qué punto puede una fotografía deformada mostrarnos lo que somos?

-Yo creo que para hablar de la realidad no hay que ser realista. Suelo poner el ejemplo de un espejo plano, que refleja las cosas tal como son. La novela nunca es un espejo. Cuando uno utiliza lo exagerado, no renuncia a la realidad, sino que se relaciona con ella de una manera distinta.

-Suelen definirle como un narrador cruel. ¿Usted se ve así?

-Esa etiqueta la llevo puesta como un sambenito [se ríe]. Es por mi ensayo La ética de la crueldad, en el que hablaba de los autores crueles, y me incluía. Pero crueles no porque muestren violencia, sino porque no dan al lector aquello que espera. No le dan la vía fácil, sino que le obligan a enfrentarse a cosas que preferirían no mirar.

-¿No hay que tener compasión con los lectores?

-Yo creo que no. En la vida cotidiana sí, uno debe ser compasivo, pero el libro es un espacio protegido, no tenemos que ser tan blandos.

-¿Y con los personajes? Usted se muestra inclemente con ellos.

-Sí, pobres. No siempre los trato bien [risas]. Pero a veces me dan pena. Siento que las cosas sean así, pero es un poco como la vida. Uno puede lamentar las cosas, pero negarlas no tiene sentido.

-En uno de sus cuentos, Los escritores que más me gustan , habla de un autor al que le gustaría escribir sobre la belleza del mundo, pero al que le resulta imposible. ¿Tiene a veces esa frustración?

-A veces sí. Pienso que sería mucho más popular, que vendería mucho más si hablase de la belleza, si consolase a mis lectores y les enseñase cosas bonitas. Pero no es mi especialidad. Aunque a veces lo lamente. Eso sí, siendo consciente de que, a pesar de esa oscuridad, siempre hay momentos de ternura y de belleza en mis historias.

-¿Nunca ha tratado de convertir esos destellos en el motor de su escritura?

-Sí, pero me aburro [se ríe]. Me siento un poco falso, me doy cuenta de que estoy fingiendo ser quien no soy, y entonces lo dejo.

-En su libro Mujer Lenta , decía: "Escribir es una intuición de la catástrofe". ¿Lo vive así?

-Yo creo que sí. Sí. Por lo menos en mi caso, porque lo que me impulsa a escribir es precisamente esa intuición, esa sensación de que hay una fractura en algún lugar de nuestras relaciones personales. Escribir para mí parte de esa intuición, de esa fractura que está ahí y que de pronto quiero ponerme a investigar.

-La mayoría de esas fracturas las sitúa en la familia. ¿Por qué en ese entorno?

-Porque es muy interesante. A mí la familia me parece fascinante, porque es una especie de refugio al que podemos volver, que nos da seguridad, pero que, por otro lado, también es la cárcel que nos ha recortado, que nos ha convertido en lo que somos. Creo que hay una serie de tensiones ahí dentro que son literariamente muy fructíferas.

-Precisamente con la familia comienza el libro, bajo el título Mamá eligió para suicidarse el 24 de diciembre . Desconcierta que lo escribiera para un libro navideño, el trasfondo no es muy festivo.

-Sí, es un cuento que escribí hace unos años para una edición que se hizo en México sobre cuentos navideños. Me pidieron uno, que es una cosa que a mí me maravilla, que me pidan cuentos navideños sabiendo lo que se pueden encontrar [se ríe]. Hace poco me pedían también para una antología un cuento navideño que fuese positivo. Entonces les escribí y les dije: "Creo que no sabéis con quién estáis hablando" [risas].

-Antes había cierta indiferencia hacia los relatos. ¿Se considera ya a la misma altura el género del cuento que el de la novela?

-El cuento sigue teniendo un mercado más reducido. Pero de pronto, eso que parecía imposible- reeditar- se está convirtiendo en norma. Yo creo que esa especie de descrédito del cuento era un poco artificial. Desprestigiarlo cuando tienes a Borges, a Poe o a Cortázar, es una debilidad de juicio.